domingo, 26 de agosto de 2012


No logro encontrarte en mis espejos,
no puedo desdibujarte de mis recuerdos.
Amanece, y siempre estás lejos.
Suelo llenar mi cama con otro aliento.

La única manera de fumar este momento
es destruir lo que siento.
Respirar tu voz en otra piel,
encender las risas a fuerza de ceder.

Lo que no logro evitar
es hacerte este boceto de versos,
hacer de cenizas el contorno de tus ojos,
imaginarte un pasado, inventarte cuentos.

Y el cielo llueve estrellas violetas,
susurra tu nombre en mi oreja.
Se me queman las páginas en blanco,
cada renglón es tu boca sobre mis manos.

Y aunque ardan el teléfono, el timbre,
y despierto en otros brazos,
la luz que dejaste en cada acorde tocado
me llena, cada mañana,
los ojos de agua de mar salado.

Me escapo de tus flores,
de tu café, de tus buenos días.
Intento olvidar tus dibujos,
tu música, tus sábados a la mañana.
Me interno en el laberinto de la noche,
en el intenso blurr de colores,
en la densidad del humo de los bares.
Me gana de a poco el sueño,
lo dulce del alcohol me invade el cuerpo,
voy cantando la nota
que me pinta la sonrisa perfecta,
que atrae el mundo a mi puerta.
Y entonces algo me araña,
me rompe, me quiebra;
hasta hacer que mi pluma sangre palabras,
hasta despertarme
sin hambre en las caderas,
con carne de mar y fuego bajo las uñas.
No hay lluvia posible
          (ni ternura, ni sueño, ni besos)
que me curen
              que me salven
  de destruir cada noche la conciencia,
de ahogarte en la memoria de mis manos,
      del deseo
                                 (de morir, de vencer)
de perderme en vos de nuevo.

viernes, 24 de agosto de 2012


El tiempo me ha enseñado
que los versos no pueden nada contra el olvido,
que algún día
tu nombre será como tantos otros,
en mi memoria apenas una cosquilla.
Las noches en vela
se transformarán
en una pelusa en la tinta.
La vida puede aún ser más dulce
que en aquel entonces,
cuando tu despertar arañaba el mío.
La prueba
es la falta de azúcar en este café,
estas madrugadas
con sonrisas hechas collage de papel glacé.
Sólo quiero que sepas
que no te extraño,
que ningún blues te nombra
como tampoco te nombran mis labios
ni mis manos.

martes, 21 de agosto de 2012


Si yo fuera como soy,
si hiciera lo que hago,
todo esto no habría pasado.
No estaría acá, acampando
con un abismo de dudas al costado.
SI usara luces de palabras
en lugar de sombras de risas,
si te hubiera alimentado de verdades
en lugar de sutilezas que riman,
hoy sería nuevamente la dueña
del remolino del juego,
podría dejar de aturdir entidades abstractas,
podría llevar en paz
otra piel a mis sábanas.
No es justo culparte
de mis vueltas de espiral, de calesita.
No es justo pedirte
que te plantes y el contorno me definas.
Vos no quisiste que te quieran,
vos no quisiste subirte a una estrella,
pero bien que te encargaste
de que nosotras sí.

Ne t'en fais pas.



Un, deux, trois,
Mes mots dansent devant toi.
Toi, tu t’en fais pas.
Je suis sûr,
Je te caresse avec ma voix
Mais toi, tu t’en fais pas.
On rit,
Et ce rire lézarde mes murs,
Me deshabille, je reste là, toute nue,
Et toi, tu t’en fais pas.
J’exprime l’odeur de ma peau,
Je m’en fais belle
À t’en crêver les yeux
Mais toi, tu t’en fais pas.
Et maintenant, je reste ici,
En regardant la ville,
En mangeant ma besoin de crier,
De monter jusqu’au but de la tour
Pour t’y faire tomber.
Je reste ici, et j’attends
La bréf morte de tes mains…
Et toi, tu t’en fais pas.

domingo, 19 de agosto de 2012


Una alegoría en cada comida
es el pan nuestro de cada día.
Y tenemos que frotarnos los ojos
para poder distinguir,
para poder recordar lo dicho y lo callado,
para ver qué detalle
nos habremos pasado por alto.
Vamos armando esquemas
para no morir, para no matarnos;
caminamos dando vida a las palabras
y versos a los abrazos.
Nos vamos sumiendo en el rito,
en la danza de horas y de vasos,
esperando un rayo,
un milagro en la palma de nuestras manos.
Y, si después de tanto,
es a vos que se te dibuja
una amanecer con el río al costado
prometo seguir regando nuestros veranos,
imprimiendo ternura y magia
en el parque,
a la sombra de algún palo borracho,
buscando excusas para mostrar
mi poema mejor cifrado.
Y envolver
en la neblina de mis cigarrillos
todo aquello que llamaremos pasado.

sábado, 18 de agosto de 2012

La Partida del Bien.


En sueños
me vas dando un abrazo
que me quita el mío,
que me deja sin aire.
Despertás con hambre y sin memoria,
con humo y burbujas
en las manos y los labios.
Y caminamos poco,
buscando lo que no importa,
mascullando planes
para tener más para romper.
Nos dedicamos más
a desnudar nuestras horas
que nuestros cuerpos.
Entonces, llegado el momento
de la partida, de la fuga,
del cambio y el adiós,
me trago las polillas que acosan mi memoria,
las lágrimas de vientos de enero.
Y en ése abrazo de despedida
más que perderme, me encuentro.

Vuelvo a subirme
a este carrusel de caos,
a este caballito de delirios.
Vuelvo a regalarle
sonrisas a mis errores,
a abrazar mis desatinos.
Voy regando la idea, de a poco,
de que nada florece mejor
que la más terrible de las verdades.
Planear sin pensar,
mentir en pos de la honestidad,
rodar colina arriba en el espiral.

Y si de quemar veranos
y fumar primaveras
se puede desmenuzar el presente,
entonces, me tocará
ser el picador de momentos,
rehacer el tiempo con paciencia,
armar el futuro envolviéndolo
en el papel de tu piel.
El fuego será la risa,
la falta de filtro de mis labios,
y una charla que se hace cenizas.

martes, 14 de agosto de 2012

Recitándome.


Esta angustia no es casual,
no es coincidencia
que mis manos se quieran confesar.
No es el azar
derivado de tus notas,
no es la rebelión
contra otra promesa rota.
Es sólo que me cansé de jugar,
que mi alma necesita descansar,
que ya no tolero
que vengas a resignificar mi pasado,
a obligarme a hacer memoria
olvidando lo malo.
Sólo te pido
que no hagas eterno tu silencio,
que no me hagas gastar más papel,
que no me lleves tan al borde
porque me voy a caer.
Por sobre todo, no exageres.
No quiero quedarme sin detalles,
sin flores y sin viernes.
Que todo se acabe de una vez,
que explote si así tiene que ser;
yo sólo quiero poder cantar
sin este peso en la voz,
sólo quiero querer
sin tener que pedir perdón.


(y mientras escribo, la brasa de un cigarrillo me consuela, porque no entiende que son las nubes quienes lloran este poema, y no, que ya estoy perdida en la trompeta de Empty Bed Blues).

Que parezca un marcsocopio cualquiera. Levantarme tipo diez de la mañana, y usar la surestencia diaria: prender un certabio, salir de la mereidad, encender la cortelatera, poner a hacer las térmides, armar la mesa, apagar el certabio, encender la reidática, ir al baño, sacar las térmides, servir el corelato e irme a trabajar.

En el camino arruimanaré tus mérpides, y en el descanso del laburo las voy a peritentenar. Sé que voy a estar cada vez más nírvea a medida que la hora se acerque. Entonces, el reloj va a dar las cinco, y yo voy a correr en busca de un treptón.

Voy a tocar el mimbisón de abajo, como siempre, para impistarte. Ella ya está arriba, y le regugnuto a los colípidos que no se me haya adelantado mientras me bajo del abundendro en el cláypero piso. Como es costumbre, todavía no habrás ostriado, y te aviso que estoy.

Vas a venir por el arnipuo mirando el suelo. Cuando la puerta se abra, no voy a certeyarme. El ármilión n admite certeyas. Y acá empieza a cambiar. Atiorizarte por el cuello en lugar de la cintura, uytarte la gurpesia y trasladarlo de a poco. Pedir apenas disculpas, y sospesar la menírade que indicará, sin lugar a desdidios, si pasar o irme. Ambas sin dulénidos, ambas pidiendo disculpas a los jazmines vernícidos, con todo y la mirada.

La Jardinería es un caballo de ajedrez.


Y como diría él,
acá estamos como los locos,
jugando siempre a lo mismo.
Sólo que, a fuerza de ser así,
ahora es cada vez más extraño.
Tenemos sobre este ajedrez que hacemos,
bizarro y de a tres,
una jardinería a la que le afloran versos,
una magia que se queda corta
y esta vez no llega a envolver todo;
y unos detalles, cada vez más visibles,
irrepetibles, musicales,
que un poco buscan quedarse
y otro poco desaparecer.
Vamos de a turnos, con vueltas,
despacio.
Vos fuiste primero, llevando entre las manos
unos versos ajenos
que le ganaron a tu vergüenza.
Luego fue su turno,
pero él no sabe que juega
y, sublime, aprovecha el momento
para seguir sin enterarse.
Yo siempre soy más drástica,
para todo, para esto,
y mi movida de dama entre sábanas tibias
te mostró que yo también juego en serio.
Y sería tan fácil hacer trampa,
tan horrible jugar sucio
que acá estoy, esperando
a que termine tu turno.
Dale tranquila, no tengo apuro.
No tengo ganas de estar triste,
y sin duda será fatal el día
en que alguna de las dos llegue
con un sol sostenido entre las manos
y un detalle en la comisura de los labios.

Quisiera volver a despertarme
unos meses atrás.
Recuperar la falta de seriedad,
desnudar el tiempo una vez más.
Amanecer envuelta en humo,
desconocer el sueño.
Volver a sonreir sin motivos,
sin pausas, sin miedos.
Respirar aires de viernes de verano
aún en el lunes más frío del invierno.
Escuchar un blues hecho de lluvia
comiendo una merienda sin precio.
Quiero dejar de desear más de lo que tengo,
que me abrigue su silueta de nuevo.
Que los espirales estén afuera
y no adentro,
ser dueña de un mundo
que para ella es sólo otro reino.
Espero, espero y no dejo de esperar,
que llegar al cielo ya no importe;
volverla a cruzar por pura casualidad
volviendo con un delirio debajo del brazo.
Entrar a sus orillas,
a torturar el tiempo más que a matarlo.
Que la vida vuelva a ser
una y otra vez lo mismo
para así ser algo diferente,
como la fotografía, como la escritura,
como ella, eterna, brillante,
mítica y atroz, ágil y pausada
bailando desnuda de ropa y de vergüenza
en el living de mi memoria a la hora de la siesta.

domingo, 12 de agosto de 2012


Se sufren los regresos.
Aunque sean idas,
aunque sean breves,
aunque no exista más el espacio,
aunque haya pasado el tiempo.

Suena un blues y hay humedad,
y no importa si es el verano rosarino
o un invierno en Santa Fe,
si los versos que escribo
se los dedico a los detalles
o al bien.

Cantan los grillos en esta ciudad que es pueblo,
me refugia un sol,
me abriga la luna de tu voz
que está siempre en mis oídos,
y todo hace que nunca esté realmente lejos.

Las risas de siempre limpian un poco mi angustia,
de querer contarte tantas cosas y no poder.
Confirman que la felicidad no es
sólo un estado de ánimo que tuve ayer,
que el hogar es un abrazo, que cualquier momento
es bueno para volver.

Ya pasó la hora del juego,
no todo lo que funciona lo hace más de una vez.
Y este fruto de los días,
esta planta que baila medio llevada por un viento
que sale de la nada
cuenta historias que son las mías también.

El cigarrillo se consume al mismo tiempo que el olvido.
Ésa voz tuya, que es siempre tan compañera
deja de soltarme notas,
se vuelve un susurro imperceptible,
una figura de hilos que danza sobre mi cabeza.

Me pierdo un poco de la importancia del camino,
de todo lo que puede llegar a significar
acercar tu tiempo de soledad al mío.

Y las lágrimas que no lloro, van quedando adentro,
regando algún jardín perdido
donde algún día recolectaré las flores y los pájaros
que habrán de mostrarme cómo llegar a tus ríos.

Reseña Recital de Pedro Reñé en ATE


Santa Fe (la ciudad, no la provincia) tiene una cierta magia para mí. Creo firmemente que es el poder relajante que tiene el conjunto de la humedad, la presión baja, y la cerveza barata. El día en sí había sido un trajín importante (es decir, era un día que en realidad eran dos), y llegué a ATE un poquito tarde. Claro, no contaba con que estuviera la familia Reñé a pleno (o sea que llegar media hora tarde en realidad significó llega una hora temprano).

Pedro muy amablemente como siempre me los presentó a todos (aunque alguna que otra hermana ya la tenía de vista), y el bar era poco bar y mucho hogar. Es el aire un poco de pueblo que tiene Santa Fe. Comimos mientras iba cayendo gente al baile, y afuera amenazaba la lluvia. Arreglar la cámara para que pudiera enfocar bien llevó mucho trabajo. Al final, con la brillante colaboración de la sobrina del susodicho logré improvisar una plataforma compuesta por la bandeja de la pizza y dos platos apilados como para acomodar el trípode y que no se vieran las sillas en el medio.

Pedro tiene la costumbre de contar antes de cantar. Es una especie de rito que cumple con una alegría que le brilla en los ojos... Se traba, se ríe, y mientras cuenta se interrumpe para afinar la guitarra, para soltar algún que otro comentario sobre lo absurdo de la plataforma de la cámara... Y entonces empieza a cantar. No sé si habrán visto Peter Pan (o leído, en su defecto), pero pasó algo muy extraño, muy así. No estoy muy acostumbrada  a que el resto de la audiencia conozca la letra de los temas, pero como era lógico, la sangre cantaba, se emocionaba con el recuerdo del Nono Tín, con María Marta (hermana mayor de Pedro) ahí con  él (aunque ella insiste en que sonaba mal), y soltaban un polvo de hadas que iba cubriendo todo y me hacia flotar en la silla (no, no había tomado tanto como para que fuera por el porrón, tenía que ser el polvo de hadas).

Ya a esta altura, afuera caen gotitas que son de piedra sobre un techo que no es de zinc, Pedro terminó de cantar La Pornosónica,  la gente se va yendo, y algunos nos quedamos compartiendo la cerveza que queda, los recuerdos de la vida, de los viajes. Y como dice él, hay una charla y una magia tan profunda que mis ideas se me van a cualquier parte. Como suele pasarle a mis ideas, vienen a parar a este blog, cuando en realidad deberían llegar hasta él.

jueves, 9 de agosto de 2012


Resucitar juegos,
romper dolores,
llorar alegrías,
dejar de levantar
altares a los recuerdos.
Que hacer memoria
signifique crear momentos.
Y así, ir pintando
un camino sin punto de fuga,
y un cielo sin azules
para que no estés en ellos.

Te mido, te juro que te mido.
Las palabras, los movimientos,
los pasos, las caricias.
Porque, ¿sabés qué?
Yo siempre dije
que los besos se dan sin permiso.
Y el primer principio
es el de la autoconsecuencia.
Me toca bajar un rato a tierra
para poderte ver,
para saber de qué color
son las cosas para vos.
Tanto quejarme,
y al fin estoy del otro lado del espejo,
jugando a las adivinanzas
con cada uno de tus gestos.
Ya no puedo nadar
en el trino de los pájaros,
ni entregarme a mi risa
de agua turbia pero lisa.
Tengo sólo una alerta permanente,
un vaso de vino,
una puerta que se abre
y el eco de una canción
para pelear contra una pared
que sé que es ventana
(por lo menos)
pero que no se deja ver.
Yo sé bien que
en una esquina de tus acordes
yace desnuda la solución,
una verdad cifrada en rimas,
el detallado dibujo
de una primavera de corcheas,
de un verano con mares de melodías.
Pero antes,
debe haber certezas.
Entonces, sí, el diálogo
entre el cine y la travesura;
ceder al cambio, a lo sutil, a la alegría.
Serás el suspiro de un minuto, al revés del tiempo.
Y poder regalarte todas las mañanas
más de tres sonrisas,
no dejar que las muertes sean breves, porque también son parte de mí.
Y, pro favor, no hablemos de amor,
que a este poema le queda grande
ésa palabra, igual que a vos.

Venías a tocarme el timbre con timidez, con ansiedad, con miedo (casi) de que alguien te viera ahí parado. Venías a la tardecita, cuando el sol empezaba a caer pero el calor no quería irse, y el cielo se ponía un poco violeta, mientras asomaba alguna que otra estrella.

Yo me asomaba al pasillo y te hacía señas, porque nunca encontraba las llaves, o no había terminado de vestirme; y vos, pobre, que no veías un carajo, le dabas al timbre una y otra vez, hasta que salía yo, corriendo por el pasillo, improvisando algún paso tonto y riéndome a carcajadas que provocaban los nervios de la vieja del depto de al lado.

Me soltabas un hola nena, con su correspondiente beso en la mejilla, y mientras entrábamos me contabas cómo para vos seguía todo siempre igual, y yo te ponía al día con mis cada vez más enmarañados problemas. Siempre fuiste muy torpe para consolarme, pero creo que a fuerza de reirme de tus soluciones casi ridículas, me olvidaba un rato del mundo.

Entonces, sí, me saludabas como corresponde. A veces gruñías un poco. Y, aunque no fue hace mucho tiempo, esa especie de ritual de tus visitas (que incluían mucha comida y películas que nunca terminamos de mirar), esas ganas de cuidarme que tenías (aunque sabías que no podías), ése despertarte a la mañana, todo eso parece formar parte de otra vida... Una que no era mía, una en donde vos no importabas, y me deja ahora preguntándome qué hago yo acá.

martes, 7 de agosto de 2012


Yo creo que si te beso, así, medio despacio pero sin miedo, tus palabras van a ser también las mías. Estoy convencida de que en la calidez de tu saliva germinan las rimas, y que en la comisura de tus labios duermen tus acordes. Entonces, claro, es lógico para mí que tus silencios calcen en la métrica de mis poemas.

Lo que pasa es que hay un abismo de idiomas, protegido por paredes de minutos; un abrazo que (a fuerza de imprimir ternura) me aleja más de lo que me acerca; un jardín floreciente que me revuelve una culpa que hace rato que no siento.

Y entonces estoy acá, como sentada en un cine, viendo pasar este pedazo de mi vida que va por siempre a ser una ficción, una fuente de anécdotas, nunca algo más; porque, justamente, a fuerza de ir de puntillas, la vida nunca va a llegar.

viernes, 3 de agosto de 2012

Momentos de cebadez en una servilleta


Los insospechados
niveles del colapso,
las nuevas
fronteras del desamor.
Una sombra apenas intuida
detrás de una cortina
me trae la respuesta mejor.
Y en el silencio
del ruido ajeno
espero  en vano
que mi resolución sirva de algo,
consciente de que es inútil,
de que no sabés lo que pienso
leyéndome la mirada.
Vos no comprendés estos placeres,
qui sachent si mal aimer
et si bien souffrir,
que me arañan la garganta
en el instante
en que mi razón recupera el control;
en que de mi memoria
se apodera la idea del juego.
Y entonces me da lo mismo
que apoyes la cuchara en la mesa o en el suelo,
una vez más,
respirar sólo tiene sentido
si puedo destruir lo que siento,
si me llevo al capitán al fondo del mar
cuando me hundo;
si mañana me despierto
sin que me importe
ver qué tanto te recuerdo.