sábado, 1 de agosto de 2009

A quoi ça sert l'amour?

El cigarrillo recién encendido, el chocolate en su boca, el refugio que encontraron bajo la pálida luz de una vela y la embriaguez que les producía la noche anticipaban una conversación extensa, un par de lágrimas y tal vez un abrazo. El silencio inmaculado que convinieron se interrumpía a ratos, cuando ella se levantaba del sofá y caminaba lento por la habitación, que respondía a su dolor con un eco y se dormía después de terminada la violación a la quietud. Él, impaciente movía la mirada por los rincones del techo, buscando la primera palabra, pero deseando no ser quien comenzara el monologo de culpas. El reloj aburrido de esperar, en un complot con la luna comenzó a desnudar su hora, intentando apurar a las dos almas reunidas en el lugar, la luna traviesa se asomaba por la ventana y el reloj imponente marcaba las dos, ella comenzó a mirarlo impaciente y cuando parecía florecer una palabra de su boca, una voz seca y contenida pronuncio su nombre-Magdalena-dijo él en un intento desesperado por recurrir al amor que algún día ambos sintieron y se rompió el silencio y se abrazaron sus ojos, pero se sintieron vulnerables al daño y se ofrecieron las espaldas, comenzó Magdalena entonces con el discurso que había planeado hace unas horas-No es necesario que seas tu quien hable, ambos sabemos que la responsable de destruir nuestros planes es una sola, yo. Pero no vine aquí a eso, vine a decirte que ya ha pasado mucho tiempo y no sé si lo que sienta sea lo mismo, pero los años han desgastado mi culpa y supongo que también tu rencor, alguien finalmente tenía que ceder, alguno de los dos tenía que darse cuenta que el daño que nos hemos hecho nos hace iguales, igualmente ingenuos, igualmente perversos, igualmente tristes.-Le tiritaban las pupilas y poco a poco se había acercado, hasta entrar en un entorno que no era propio, traspasando la línea de la vergüenza, enfrentándose a un par de ojos brillantes limitados a esconder las lagrimas. Gabriel confundía a esa mujer hermosa con su conciencia y en parte también lo era, siempre estaba en su cabeza aunque el no quisiera, un poco torpe y abrumado buscaba algo correcto que decir, pero Magdalena ya había tomado su mano y con eso había quebrado su orgullo. La abrazo, la envolvió en miradas, la toco y respiro de ella, pero no para amarla, sino para llorar.
Se unieron sus pensamientos, traspasando el dolor en su perfecto lenguaje no verbal, entre un baile de sus ojos, una caminata de auras y un veneno de lágrimas, nuevamente sumidos en el silencio, la luna ahora dejó de entrometerse y cerró los ojos, Magdalena aún no soltaba su mano y solo advirtió su impulso, cuando cayó un beso repentino en su blanca extremidad.-Nunca he podido entender de donde sale tu facilidad de doblegarme, siempre tan serena y a la vez agresiva, siempre terminas por transgredir mis planes. Había pensado en no darte la razón, en marcarte la cara con la culpa, en dejarte el mismo sabor amargo que el día en que te fuiste, pero me conoces incluso más que yo y seguramente anticipaste mi reacción, no haces más que tomarme la mano y ya me doy cuenta de lo mucho que me encanta mentirle a mi conciencia, ya te habrás dado cuenta que realmente te extraño.-dijo Gabriel, que sin querer ya había caído en su natural sinceridad, confesando sin ninguna presión, que los años habían hecho su trabajo, pero no el de borrar rencores, sino el de acentuar la ausencia de su compañera de batallas. Magdalena entendiendo mejor que él la situación solo calló, sabía que Gabriel esperaba su respuesta, su replica de igual sinceridad, pero su enredada mente de mujer decía otra cosa, el daño antes había dejado un herido leve y otro grave, el primero aún enamorado, la segunda con síntomas de amor y algunas cosquillas, pero aún con secuelas en las entrañas, sin embargo, bajaba los hombros y no decía nada, estaba ahora tan cerca de él que sentía como latía ese corazón apresurado, se había limpiado la culpa y anhelaba recordar su último beso delirante, pero la razón le jugaba en contra y ahora solo quería perder la dignidad y marcharse aunque fuera con el sabor a verdad que siempre tenía él en la boca. Gabriel ya había cedido el control del momento y Magdalena con la piel incolora, las lágrimas contenidas en la garganta, un vaso de whisky que recién había tomado de la mesa y el quinto cigarro encendido, libero sus zapatos y arranco el collar de perlas de su cuello que intentaba fingir el momento perfecto, se embriago en recuerdos y dijo-Ya no importa nada, deja de mirarme con la cara de niño que tenías hace mucho tiempo, ya no lo eres.-Ella cerró los ojos, dejó que el terminara de esfumar su dignidad con las manos, deshizo el nudo de lágrimas que la ahogaban, de pronto abrió los ojos y recordó que le faltó pedir perdón, pero ya era tarde y además era innecesario, sus almas ya lo habían hecho en el momento en que ambos pusieron un pie en la habitación y ahora solo había tiempo para que quienes conversaran de amor fueran sus cuerpos.


Julio 2006.

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