miércoles, 24 de octubre de 2012


Tus orillas están al otro lado del mismo río. Ya los piés no bailan, persiguen pequeñas huellas de arena en el fondo de tu mirada. Sin más rumbo, vacía de sinsentidos, de enredaderas del color y de las palabras.

Hundo mi mano, repetido una y otra vez. La lluvia maullando en la ventana. Las trompetas que van dibujando sonrisas manchadas de tabaco y de vino no cesan de sonar.

Y del refugio las multitudes entran y salen, perfectamente cordinadas. Todo se aleja, se acerca y gira, los días se convierten en una lenta coreografía de mi destrucción, la pausada danza alrededor de las palanganas, los libros, y los hilos, destrozando con los talones los espejos, percibiendo eso que a veces llamamos centro, el secreto de la lengua de Pizarnik, el tan ansiado Kibbutz que escapa de tu cuerpo.

Y entonces el sol desmiente la muerte, la mañana te nombra entre el ahora y otros tiempos. Y el suceder de las horas es sólo eso, esperar, charlar y cantar, que la vida pase mientras tanto. En algún momento se volverá a soñar, y el aire cálido de un hogar habrá de secar los llantos.

domingo, 30 de septiembre de 2012


Y acá el tiempo
vuelve, una vez más, a cero;
y el arma del verano
me empuja hasta tus brazos.
Vamos dibujando,
 apenas,
contorneando, construyendo,
bocetando,
algo para pulir confusiones,
para vaciarnos de confesiones.
Y así,
ya desnudos de ríos,
ya cenicientos de desamor
y abrigados
por el sabor amargo
que tiene a veces el destino
jugamos juntos
a desandar caminos,
a destrozar convenciones,
a enlazar las palabras
que llena el mar.

martes, 25 de septiembre de 2012


A estas horas debería volcarme a las crónicas, rodar sobre hechos precisos, sobre las cosas que sí sé que pasaron. No logro hacerlo porque no las comprendo, porque aún ahora (con varias horas sobre suelo rosarino) no tengo muy en claro qué es lo que pasó durante los últimos días, las últimas semanas, en estos meses.

Y sin lograr precisar los tiempos, los días, las secuencias, se me va dibujando un esquema en la cabeza. Primero todo empezó a cambiar, y después las personas dejaron de tener nombre, se fueron convirtiendo de a poco en entidades abstractas, en objetos de poesía. Luego vino el viaje. En realidad, es como si todo hubiera sucedido al unísono. El juego, el viaje, los espirales, los versos, el delirio, la propaganda masiva, las fiestas, el blurr de colores que me secuestra las noches.

Cada madrugada cantando es la misma, sea martes, o un día cualquiera del verano. Cada alma compartiendo mi cama es exactamente igual a la anterior. Cometía los mismos errores, una y otra vez. Las puertas se iban tornando ventanas, y todos los planes se iban volviendo de a poco polvo, cenizas de cigarillo, tickets de tren, hasta devolverme al mismo lugar, a la casilla de inicio del tablero.

El fugaz momento de lucidez venía cada tanto, era la busín en medio de la noche, fortrán, fortrán, y a seguir de nuevo. Boex de las ideas, de los renglones rellenitos de tintas, de los falsos logros acumulados (mirá, mirá, trabajo nuevo, rendí bien y este mes compramos un colador).

Voy pateando una piedrita (justamente, La Piedrita es lo que no voy pateando), en una rayuela que parecía no tener fin, y que por una cosa o por otra (o quizás por todas), me vino a llevar hasta tu puerta (hasta tu umbral, o hasta mi abismo, quién sabe), a mirar, así, un poco como espiando por la cerradura, a punto de hacer la gran Alicia y embarcarme en un remolino que me iba a dar más de un dolor de cabeza.

Entonces, acá estoy. Quizás, sólo tal vez, estoy acá desde antes. O quería estarlo. No lo sé. El espacio también va perdiendo sentido. Perdí cosas en el camino (la tranquilidad, el caos, una campera en la ruta, el calor del hogar del Bien), para saber que no hace falta buscar en ojos ajenos para encontrar respuestas, que queda mucho más por hacer además de la música y los libros. Cortázar le pifió por mucho, los atajos no sirven, las encrucijadas no llevan a ninguna parte.

Claramente, para tener lo mío, para que la piedrita llegue al cielo de una vez, y las cosas recuperen sentido; para dejar de compensar y empezar a comprender, convertir en lugar de conllevar, y caminar en lugar de recorrer, había que hacer pedazos lo de los demás.

jueves, 20 de septiembre de 2012


La sombra tiene,
       de pronto,
          un cuerpo,
una sonrisa,
     una voz de ruiseñor.
Tu mirada se llena de nada
       y ahora me alegra
           tener otros brazos
  acariciando mi almohada.
La destrucción se mete esta vez
                  a romper la magia.
   A romperse a sí misma,
          a desayunarse
                          mis ganas,
mi sueño, mis planes.
       Y con cada beso,
cada mirada,
                   voy juntando las migajas
de mi vida pasada.
        Para recuperar las lágrimas
               inútilmente derramadas,
las horas de locura,
                  la sed jamás saciada.
Dormir hoy entre tus hojas
               es la dosis
que me da calma.

domingo, 2 de septiembre de 2012


Tus madrugadas eran más cálidas,
a pesar de la cerveza,
a pesar de que el tiempo
                trae el viento.
Nos llenábamos la boca
                 del humo de renglones muertos,
de la memoria de otras bocas,
                              y un poco
              de la risa de la fiebre del que ríe.
La cena era el postre,
     cada pasar una excusa inútil.
La música solía sonar
                     siempre más adentro que afuera
para que cantáramos sobre ella,
               para bañarla
   de brazos que se multiplican,
del polen, del sol rojo de la mañana.
   Era sólo un experimento, claro,
                      sólo un inventario de juegos,
de flores que te salen ahora del pelo;
      como las tardes,
como las trompetas en blanco y negro.
  Horas de bañeras y café,
                  abriendo y cerrando
los cajones del deseo.
  Heridos, casi siempre,
           por las llegadas inesperadas.
           por las noches sin magia,
sobre todo,
          por las mañanas lejos de tu cama.
Escapamos, sin practicidad,
                                         navegando siempre el mismo río
sin jamás alejarnos de sus orillas,
                    sin una brújula en el bolsillo
ni arena en las zapatillas.

Desaparecieron de pronto las distancias,
y este balcón de Rosario
es ahora el terraplén
y los bosques de Colastiné.
Beltane ha devorado el invierno,
se tragó la necesidad del encierro,
desplazó el tiempo una vez más
y me regaló otro verano, otro nacimiento.
Sol, pelusa, travesura,
nube de tormenta,
mate de media mañana.
No me entra más que eso,
en las manos, en la cartera.
La mano experta
  va soltando los acordes,
                                los colores,
de la melodía precisa,
                              del cambio, del momento.
La voz guía,
     la canción que cuenta pasos
hacia el mar sin espuma
             donde está bien jugar
a desnudar sombras,
                             a renombrar personas,
a resignificar recuerdos.
            Y si pienso en la enredadera,
                         en la flor negra al viento
que crece de cada verso
        no queda más que ponerle
                                             puntos finales a los edificios,
a las dudas sin futuro,
        a los capítulos inconclusos de la noche.

domingo, 26 de agosto de 2012


No logro encontrarte en mis espejos,
no puedo desdibujarte de mis recuerdos.
Amanece, y siempre estás lejos.
Suelo llenar mi cama con otro aliento.

La única manera de fumar este momento
es destruir lo que siento.
Respirar tu voz en otra piel,
encender las risas a fuerza de ceder.

Lo que no logro evitar
es hacerte este boceto de versos,
hacer de cenizas el contorno de tus ojos,
imaginarte un pasado, inventarte cuentos.

Y el cielo llueve estrellas violetas,
susurra tu nombre en mi oreja.
Se me queman las páginas en blanco,
cada renglón es tu boca sobre mis manos.

Y aunque ardan el teléfono, el timbre,
y despierto en otros brazos,
la luz que dejaste en cada acorde tocado
me llena, cada mañana,
los ojos de agua de mar salado.

Me escapo de tus flores,
de tu café, de tus buenos días.
Intento olvidar tus dibujos,
tu música, tus sábados a la mañana.
Me interno en el laberinto de la noche,
en el intenso blurr de colores,
en la densidad del humo de los bares.
Me gana de a poco el sueño,
lo dulce del alcohol me invade el cuerpo,
voy cantando la nota
que me pinta la sonrisa perfecta,
que atrae el mundo a mi puerta.
Y entonces algo me araña,
me rompe, me quiebra;
hasta hacer que mi pluma sangre palabras,
hasta despertarme
sin hambre en las caderas,
con carne de mar y fuego bajo las uñas.
No hay lluvia posible
          (ni ternura, ni sueño, ni besos)
que me curen
              que me salven
  de destruir cada noche la conciencia,
de ahogarte en la memoria de mis manos,
      del deseo
                                 (de morir, de vencer)
de perderme en vos de nuevo.

viernes, 24 de agosto de 2012


El tiempo me ha enseñado
que los versos no pueden nada contra el olvido,
que algún día
tu nombre será como tantos otros,
en mi memoria apenas una cosquilla.
Las noches en vela
se transformarán
en una pelusa en la tinta.
La vida puede aún ser más dulce
que en aquel entonces,
cuando tu despertar arañaba el mío.
La prueba
es la falta de azúcar en este café,
estas madrugadas
con sonrisas hechas collage de papel glacé.
Sólo quiero que sepas
que no te extraño,
que ningún blues te nombra
como tampoco te nombran mis labios
ni mis manos.

martes, 21 de agosto de 2012


Si yo fuera como soy,
si hiciera lo que hago,
todo esto no habría pasado.
No estaría acá, acampando
con un abismo de dudas al costado.
SI usara luces de palabras
en lugar de sombras de risas,
si te hubiera alimentado de verdades
en lugar de sutilezas que riman,
hoy sería nuevamente la dueña
del remolino del juego,
podría dejar de aturdir entidades abstractas,
podría llevar en paz
otra piel a mis sábanas.
No es justo culparte
de mis vueltas de espiral, de calesita.
No es justo pedirte
que te plantes y el contorno me definas.
Vos no quisiste que te quieran,
vos no quisiste subirte a una estrella,
pero bien que te encargaste
de que nosotras sí.

Ne t'en fais pas.



Un, deux, trois,
Mes mots dansent devant toi.
Toi, tu t’en fais pas.
Je suis sûr,
Je te caresse avec ma voix
Mais toi, tu t’en fais pas.
On rit,
Et ce rire lézarde mes murs,
Me deshabille, je reste là, toute nue,
Et toi, tu t’en fais pas.
J’exprime l’odeur de ma peau,
Je m’en fais belle
À t’en crêver les yeux
Mais toi, tu t’en fais pas.
Et maintenant, je reste ici,
En regardant la ville,
En mangeant ma besoin de crier,
De monter jusqu’au but de la tour
Pour t’y faire tomber.
Je reste ici, et j’attends
La bréf morte de tes mains…
Et toi, tu t’en fais pas.

domingo, 19 de agosto de 2012


Una alegoría en cada comida
es el pan nuestro de cada día.
Y tenemos que frotarnos los ojos
para poder distinguir,
para poder recordar lo dicho y lo callado,
para ver qué detalle
nos habremos pasado por alto.
Vamos armando esquemas
para no morir, para no matarnos;
caminamos dando vida a las palabras
y versos a los abrazos.
Nos vamos sumiendo en el rito,
en la danza de horas y de vasos,
esperando un rayo,
un milagro en la palma de nuestras manos.
Y, si después de tanto,
es a vos que se te dibuja
una amanecer con el río al costado
prometo seguir regando nuestros veranos,
imprimiendo ternura y magia
en el parque,
a la sombra de algún palo borracho,
buscando excusas para mostrar
mi poema mejor cifrado.
Y envolver
en la neblina de mis cigarrillos
todo aquello que llamaremos pasado.

sábado, 18 de agosto de 2012

La Partida del Bien.


En sueños
me vas dando un abrazo
que me quita el mío,
que me deja sin aire.
Despertás con hambre y sin memoria,
con humo y burbujas
en las manos y los labios.
Y caminamos poco,
buscando lo que no importa,
mascullando planes
para tener más para romper.
Nos dedicamos más
a desnudar nuestras horas
que nuestros cuerpos.
Entonces, llegado el momento
de la partida, de la fuga,
del cambio y el adiós,
me trago las polillas que acosan mi memoria,
las lágrimas de vientos de enero.
Y en ése abrazo de despedida
más que perderme, me encuentro.

Vuelvo a subirme
a este carrusel de caos,
a este caballito de delirios.
Vuelvo a regalarle
sonrisas a mis errores,
a abrazar mis desatinos.
Voy regando la idea, de a poco,
de que nada florece mejor
que la más terrible de las verdades.
Planear sin pensar,
mentir en pos de la honestidad,
rodar colina arriba en el espiral.

Y si de quemar veranos
y fumar primaveras
se puede desmenuzar el presente,
entonces, me tocará
ser el picador de momentos,
rehacer el tiempo con paciencia,
armar el futuro envolviéndolo
en el papel de tu piel.
El fuego será la risa,
la falta de filtro de mis labios,
y una charla que se hace cenizas.

martes, 14 de agosto de 2012

Recitándome.


Esta angustia no es casual,
no es coincidencia
que mis manos se quieran confesar.
No es el azar
derivado de tus notas,
no es la rebelión
contra otra promesa rota.
Es sólo que me cansé de jugar,
que mi alma necesita descansar,
que ya no tolero
que vengas a resignificar mi pasado,
a obligarme a hacer memoria
olvidando lo malo.
Sólo te pido
que no hagas eterno tu silencio,
que no me hagas gastar más papel,
que no me lleves tan al borde
porque me voy a caer.
Por sobre todo, no exageres.
No quiero quedarme sin detalles,
sin flores y sin viernes.
Que todo se acabe de una vez,
que explote si así tiene que ser;
yo sólo quiero poder cantar
sin este peso en la voz,
sólo quiero querer
sin tener que pedir perdón.


(y mientras escribo, la brasa de un cigarrillo me consuela, porque no entiende que son las nubes quienes lloran este poema, y no, que ya estoy perdida en la trompeta de Empty Bed Blues).

Que parezca un marcsocopio cualquiera. Levantarme tipo diez de la mañana, y usar la surestencia diaria: prender un certabio, salir de la mereidad, encender la cortelatera, poner a hacer las térmides, armar la mesa, apagar el certabio, encender la reidática, ir al baño, sacar las térmides, servir el corelato e irme a trabajar.

En el camino arruimanaré tus mérpides, y en el descanso del laburo las voy a peritentenar. Sé que voy a estar cada vez más nírvea a medida que la hora se acerque. Entonces, el reloj va a dar las cinco, y yo voy a correr en busca de un treptón.

Voy a tocar el mimbisón de abajo, como siempre, para impistarte. Ella ya está arriba, y le regugnuto a los colípidos que no se me haya adelantado mientras me bajo del abundendro en el cláypero piso. Como es costumbre, todavía no habrás ostriado, y te aviso que estoy.

Vas a venir por el arnipuo mirando el suelo. Cuando la puerta se abra, no voy a certeyarme. El ármilión n admite certeyas. Y acá empieza a cambiar. Atiorizarte por el cuello en lugar de la cintura, uytarte la gurpesia y trasladarlo de a poco. Pedir apenas disculpas, y sospesar la menírade que indicará, sin lugar a desdidios, si pasar o irme. Ambas sin dulénidos, ambas pidiendo disculpas a los jazmines vernícidos, con todo y la mirada.

La Jardinería es un caballo de ajedrez.


Y como diría él,
acá estamos como los locos,
jugando siempre a lo mismo.
Sólo que, a fuerza de ser así,
ahora es cada vez más extraño.
Tenemos sobre este ajedrez que hacemos,
bizarro y de a tres,
una jardinería a la que le afloran versos,
una magia que se queda corta
y esta vez no llega a envolver todo;
y unos detalles, cada vez más visibles,
irrepetibles, musicales,
que un poco buscan quedarse
y otro poco desaparecer.
Vamos de a turnos, con vueltas,
despacio.
Vos fuiste primero, llevando entre las manos
unos versos ajenos
que le ganaron a tu vergüenza.
Luego fue su turno,
pero él no sabe que juega
y, sublime, aprovecha el momento
para seguir sin enterarse.
Yo siempre soy más drástica,
para todo, para esto,
y mi movida de dama entre sábanas tibias
te mostró que yo también juego en serio.
Y sería tan fácil hacer trampa,
tan horrible jugar sucio
que acá estoy, esperando
a que termine tu turno.
Dale tranquila, no tengo apuro.
No tengo ganas de estar triste,
y sin duda será fatal el día
en que alguna de las dos llegue
con un sol sostenido entre las manos
y un detalle en la comisura de los labios.

Quisiera volver a despertarme
unos meses atrás.
Recuperar la falta de seriedad,
desnudar el tiempo una vez más.
Amanecer envuelta en humo,
desconocer el sueño.
Volver a sonreir sin motivos,
sin pausas, sin miedos.
Respirar aires de viernes de verano
aún en el lunes más frío del invierno.
Escuchar un blues hecho de lluvia
comiendo una merienda sin precio.
Quiero dejar de desear más de lo que tengo,
que me abrigue su silueta de nuevo.
Que los espirales estén afuera
y no adentro,
ser dueña de un mundo
que para ella es sólo otro reino.
Espero, espero y no dejo de esperar,
que llegar al cielo ya no importe;
volverla a cruzar por pura casualidad
volviendo con un delirio debajo del brazo.
Entrar a sus orillas,
a torturar el tiempo más que a matarlo.
Que la vida vuelva a ser
una y otra vez lo mismo
para así ser algo diferente,
como la fotografía, como la escritura,
como ella, eterna, brillante,
mítica y atroz, ágil y pausada
bailando desnuda de ropa y de vergüenza
en el living de mi memoria a la hora de la siesta.

domingo, 12 de agosto de 2012


Se sufren los regresos.
Aunque sean idas,
aunque sean breves,
aunque no exista más el espacio,
aunque haya pasado el tiempo.

Suena un blues y hay humedad,
y no importa si es el verano rosarino
o un invierno en Santa Fe,
si los versos que escribo
se los dedico a los detalles
o al bien.

Cantan los grillos en esta ciudad que es pueblo,
me refugia un sol,
me abriga la luna de tu voz
que está siempre en mis oídos,
y todo hace que nunca esté realmente lejos.

Las risas de siempre limpian un poco mi angustia,
de querer contarte tantas cosas y no poder.
Confirman que la felicidad no es
sólo un estado de ánimo que tuve ayer,
que el hogar es un abrazo, que cualquier momento
es bueno para volver.

Ya pasó la hora del juego,
no todo lo que funciona lo hace más de una vez.
Y este fruto de los días,
esta planta que baila medio llevada por un viento
que sale de la nada
cuenta historias que son las mías también.

El cigarrillo se consume al mismo tiempo que el olvido.
Ésa voz tuya, que es siempre tan compañera
deja de soltarme notas,
se vuelve un susurro imperceptible,
una figura de hilos que danza sobre mi cabeza.

Me pierdo un poco de la importancia del camino,
de todo lo que puede llegar a significar
acercar tu tiempo de soledad al mío.

Y las lágrimas que no lloro, van quedando adentro,
regando algún jardín perdido
donde algún día recolectaré las flores y los pájaros
que habrán de mostrarme cómo llegar a tus ríos.

Reseña Recital de Pedro Reñé en ATE


Santa Fe (la ciudad, no la provincia) tiene una cierta magia para mí. Creo firmemente que es el poder relajante que tiene el conjunto de la humedad, la presión baja, y la cerveza barata. El día en sí había sido un trajín importante (es decir, era un día que en realidad eran dos), y llegué a ATE un poquito tarde. Claro, no contaba con que estuviera la familia Reñé a pleno (o sea que llegar media hora tarde en realidad significó llega una hora temprano).

Pedro muy amablemente como siempre me los presentó a todos (aunque alguna que otra hermana ya la tenía de vista), y el bar era poco bar y mucho hogar. Es el aire un poco de pueblo que tiene Santa Fe. Comimos mientras iba cayendo gente al baile, y afuera amenazaba la lluvia. Arreglar la cámara para que pudiera enfocar bien llevó mucho trabajo. Al final, con la brillante colaboración de la sobrina del susodicho logré improvisar una plataforma compuesta por la bandeja de la pizza y dos platos apilados como para acomodar el trípode y que no se vieran las sillas en el medio.

Pedro tiene la costumbre de contar antes de cantar. Es una especie de rito que cumple con una alegría que le brilla en los ojos... Se traba, se ríe, y mientras cuenta se interrumpe para afinar la guitarra, para soltar algún que otro comentario sobre lo absurdo de la plataforma de la cámara... Y entonces empieza a cantar. No sé si habrán visto Peter Pan (o leído, en su defecto), pero pasó algo muy extraño, muy así. No estoy muy acostumbrada  a que el resto de la audiencia conozca la letra de los temas, pero como era lógico, la sangre cantaba, se emocionaba con el recuerdo del Nono Tín, con María Marta (hermana mayor de Pedro) ahí con  él (aunque ella insiste en que sonaba mal), y soltaban un polvo de hadas que iba cubriendo todo y me hacia flotar en la silla (no, no había tomado tanto como para que fuera por el porrón, tenía que ser el polvo de hadas).

Ya a esta altura, afuera caen gotitas que son de piedra sobre un techo que no es de zinc, Pedro terminó de cantar La Pornosónica,  la gente se va yendo, y algunos nos quedamos compartiendo la cerveza que queda, los recuerdos de la vida, de los viajes. Y como dice él, hay una charla y una magia tan profunda que mis ideas se me van a cualquier parte. Como suele pasarle a mis ideas, vienen a parar a este blog, cuando en realidad deberían llegar hasta él.

jueves, 9 de agosto de 2012


Resucitar juegos,
romper dolores,
llorar alegrías,
dejar de levantar
altares a los recuerdos.
Que hacer memoria
signifique crear momentos.
Y así, ir pintando
un camino sin punto de fuga,
y un cielo sin azules
para que no estés en ellos.

Te mido, te juro que te mido.
Las palabras, los movimientos,
los pasos, las caricias.
Porque, ¿sabés qué?
Yo siempre dije
que los besos se dan sin permiso.
Y el primer principio
es el de la autoconsecuencia.
Me toca bajar un rato a tierra
para poderte ver,
para saber de qué color
son las cosas para vos.
Tanto quejarme,
y al fin estoy del otro lado del espejo,
jugando a las adivinanzas
con cada uno de tus gestos.
Ya no puedo nadar
en el trino de los pájaros,
ni entregarme a mi risa
de agua turbia pero lisa.
Tengo sólo una alerta permanente,
un vaso de vino,
una puerta que se abre
y el eco de una canción
para pelear contra una pared
que sé que es ventana
(por lo menos)
pero que no se deja ver.
Yo sé bien que
en una esquina de tus acordes
yace desnuda la solución,
una verdad cifrada en rimas,
el detallado dibujo
de una primavera de corcheas,
de un verano con mares de melodías.
Pero antes,
debe haber certezas.
Entonces, sí, el diálogo
entre el cine y la travesura;
ceder al cambio, a lo sutil, a la alegría.
Serás el suspiro de un minuto, al revés del tiempo.
Y poder regalarte todas las mañanas
más de tres sonrisas,
no dejar que las muertes sean breves, porque también son parte de mí.
Y, pro favor, no hablemos de amor,
que a este poema le queda grande
ésa palabra, igual que a vos.

Venías a tocarme el timbre con timidez, con ansiedad, con miedo (casi) de que alguien te viera ahí parado. Venías a la tardecita, cuando el sol empezaba a caer pero el calor no quería irse, y el cielo se ponía un poco violeta, mientras asomaba alguna que otra estrella.

Yo me asomaba al pasillo y te hacía señas, porque nunca encontraba las llaves, o no había terminado de vestirme; y vos, pobre, que no veías un carajo, le dabas al timbre una y otra vez, hasta que salía yo, corriendo por el pasillo, improvisando algún paso tonto y riéndome a carcajadas que provocaban los nervios de la vieja del depto de al lado.

Me soltabas un hola nena, con su correspondiente beso en la mejilla, y mientras entrábamos me contabas cómo para vos seguía todo siempre igual, y yo te ponía al día con mis cada vez más enmarañados problemas. Siempre fuiste muy torpe para consolarme, pero creo que a fuerza de reirme de tus soluciones casi ridículas, me olvidaba un rato del mundo.

Entonces, sí, me saludabas como corresponde. A veces gruñías un poco. Y, aunque no fue hace mucho tiempo, esa especie de ritual de tus visitas (que incluían mucha comida y películas que nunca terminamos de mirar), esas ganas de cuidarme que tenías (aunque sabías que no podías), ése despertarte a la mañana, todo eso parece formar parte de otra vida... Una que no era mía, una en donde vos no importabas, y me deja ahora preguntándome qué hago yo acá.

martes, 7 de agosto de 2012


Yo creo que si te beso, así, medio despacio pero sin miedo, tus palabras van a ser también las mías. Estoy convencida de que en la calidez de tu saliva germinan las rimas, y que en la comisura de tus labios duermen tus acordes. Entonces, claro, es lógico para mí que tus silencios calcen en la métrica de mis poemas.

Lo que pasa es que hay un abismo de idiomas, protegido por paredes de minutos; un abrazo que (a fuerza de imprimir ternura) me aleja más de lo que me acerca; un jardín floreciente que me revuelve una culpa que hace rato que no siento.

Y entonces estoy acá, como sentada en un cine, viendo pasar este pedazo de mi vida que va por siempre a ser una ficción, una fuente de anécdotas, nunca algo más; porque, justamente, a fuerza de ir de puntillas, la vida nunca va a llegar.

viernes, 3 de agosto de 2012

Momentos de cebadez en una servilleta


Los insospechados
niveles del colapso,
las nuevas
fronteras del desamor.
Una sombra apenas intuida
detrás de una cortina
me trae la respuesta mejor.
Y en el silencio
del ruido ajeno
espero  en vano
que mi resolución sirva de algo,
consciente de que es inútil,
de que no sabés lo que pienso
leyéndome la mirada.
Vos no comprendés estos placeres,
qui sachent si mal aimer
et si bien souffrir,
que me arañan la garganta
en el instante
en que mi razón recupera el control;
en que de mi memoria
se apodera la idea del juego.
Y entonces me da lo mismo
que apoyes la cuchara en la mesa o en el suelo,
una vez más,
respirar sólo tiene sentido
si puedo destruir lo que siento,
si me llevo al capitán al fondo del mar
cuando me hundo;
si mañana me despierto
sin que me importe
ver qué tanto te recuerdo.

miércoles, 25 de julio de 2012


Quisiera poder agarrar todas las horas que paso con vos, desmenuzarlas y fumarlas despacio, dejar que me llenen los pulmones, que me impidan cantar, que me sequen la garganta. Y después recostarme en el suelo, sólo porque sé que te molesta, y ponerme a escribirte sin nombrarte, a colorearte sin siquiera dudar de qué azul tienen tus ojos. No hay, por suerte, ni verso ni beso que me deje satisfecha, pero mientras tanto se me llena la papelera de hojas y amores.
Hay algo que está mal en mí, y tus palabras lo desnudan, aflora cada vez peor. Empieza a quemar el saber que nada importa realmente, que el "mañana será otro día" es una frase muy fuerte. Y está todo tan saturado y partido al mismo tiempo, que lo único que tiene sentido es seguir viviendo, ir buscando en el jardín la rosa última y única, rogando a cada paso que el cordero no me haya comido.

domingo, 22 de julio de 2012

Las noches que son días de verano.


El sol entra suave por la ventana,
empiezan a cantar los vientos de primavera
mientras fumo el primer pucho de la mañana.
Murmurando melodías salgo de la cama,
el mate es infaltable, los bizcochos,
el desayuno en la terraza.
Y me olvido de la hora, me río de los gatos,
me pongo mil colores para salir a caminar;
dejan de existir mis problemas y el resto de la gente,
sé que el beso de una cerveza fría
me espera cuando salga de laburar.
Y hay una ronda en el suelo recién encerado,
un faso que nos camina, el humo llenando el lugar;
un juego de mesa en el medio, un balde de vino,
y quien se anime a la guitarra es la estrella de la noche
aunque mañana los vecinos vayan a protestar.
Pedir helado es la idea más brillante,
organizarnos, y pedir primero la cama grande.
Y hace calor, la humedad moja las paredes,
afuera se arma, y al poco tiempo llueve.
Correr, bailar bajo la lluvia,
viernes 3 am y hamacas, por más que sea jueves,
por más que los puchos se mojen,
que las gotas lastimen un poco.
Inundar la panadería, calentar café,
que tres o cuatro brasas nos iluminen,
y Charly vivo en nuestras gargantas
no me exige que afine.
Las almohadas, las cosquillas,
la ducha colectiva,
hasta llegar a la suavidad y el aroma a violetas
de la cama,
al sueño conciliador de la mañana,
irnos a dormir con la Luna,
y asumir que, a fin de cuentas, no importa nada.

jueves, 19 de julio de 2012


Y es tal la diferencia
que hay siempre entre la noche y la mañana,
que saber
que sos el mismo todo el tiempo,
en todos lados
(paradójicamente)
sin dejar de ir cambiando,
hace saltar unos cuantos ejes.
Debe ser que para vos
tampoco hay diferencia entre cantar y decir,
entre tocar y sentir,
entre los amaneceres y los crepúsculos.
Nada es todo blanco o todo negro,
pero vos rompés todos los grises,
diluís el tiempo.
Y es tan mágico
que tus lágrimas encajen en un pentagrama,
que tus sábanas
nunca caigan de tu cama,
que el viento
no te vuele un pelo,
que a veces siento
que mi papel y mi tinta
no sirven de nada.

Extraño ver tu sonrisa a la salida de la oficina,
los besos de buenos días,
las llamadas de la tarde.
Siento nostalgia de las largas horas
dibujando servilletas en los bares,
inventando juegos en las heladerías,
caminando sin apuro por la vida.
Se nota mucho la ausencia de tu pelo en mi cara
a la hora de dormir,
las películas de las noches de invierno,
los chocolates en la cama;
la sonrisa triste, incluso, de los últimos días
cada vez que me mirabas.
Nunca conocí a alguien que, como vos
tuviera las lágrimas tan tibias,
tanta paciencia en las manos.
Me quiebra un poco que las cosas estén así,
que no podamos mirarnos,
que te moleste verme reir.
No quiero llorarte,
no quiero regalarte mi verso mejor
si no querés ser parte de mi vida,
si no podés volver a querer,
si no te esforzás por recordar con cariño,
por cambiar, por intentar entonar tu voz.

Mal que mal,
la noche es la hora justa.
Se va el Sol, y el mund a oscuras
se desnuda para que podamos
verlo de verdad.
Y tanto en el anochecer más caluroso
como en la madrugada más fría
el desfile de ebrios y poetas no termina.
Se quedan acá, rasguñando
hasta hacer sangrar las horas,
hasta que se termina el olor a cigarrillo y café.
Se esconden apenas los amantes
en la neblina, en los zaguanes,
del ojo todopoderoso de los buchones de la mañana.
Y a todos nos cobija ese silencio ensordecedor,
el ausente murmurar del río,
la delgada cobertura de rocío recién caído.
Incluso a mí, rodeada de perros callejeros,
de vinos vacíos, de amigos y amores vencidos
me regala esta hora
algunos versos contra el olvido.

Los Detalles.


Y es esa nota que rompe el tiempo,
ese color que no me viene del vino,
el pulso lento que con tus palabras me vas marcando,
la rima imposible de tu nombre,
lo que ahora impide soltar el verso preciso.
La sonrisa de cartulina que me acompaña a casa,
tarareándole tus canciones a la madrugada,
pintándome de violeta la voz,
es quien le cuenta a quienes saben comprender
que, una vez más,
solamente esperando hasta olvidar que se espera
se puede encontrar lo inesperado,
que la perfección puede ser una eternidad de tres minutos
(de tus minutos),
y que el mínimo gesto (la copa de vino que navega por la mesa,
la mirada cómplice del juego, la regla absurda de pasar la guitarra a la derecha,
el abrazo de no poder distinguir),
puede ser la entrada a ése mundo hecho de naranja,
de señales de un pasado inventado
y un futuro hecho de presentes.

La Noche de las Nomenclaturas


Era una tarde que era nuestra mañana,
yo te prometí una noche que fuera tu mediodía mejor.
Cinco amigos juntando monedas
para que dos cumplieran la misión.

Entre calores, colectivos y honey or tar
llegamos a la casa de mi madre, su hogar.
Supo recibirnos con Gancia, Charly y Buñuelos,
una buena forma de desayunar.

Partimos al anochecer, con unos pesos,
una cebolla, un pimiento y un fernet;
la noche cumplía,
nosotras sólo debíamos obedecer.

Un colorado amigo nos regaló cartones llenos de color,
un supermercado nos facilitó el arroz,
los buenos vecinos compartieron su cosecha,
el grupo tenía helado, la noche estaba hecha.

Helado en el parque,
caminatas interminables,
una lluvia de aforismos,
nuestra única barrera ante el abismo.

Ya en la cumbre del delirio, nuestras hamacas eran vuelo,
nuestro sube-y-baja un tobogán;
e iluminados por la luna de verano
nacieron los avatares del Bien y del Mal.

Es una hora en la que todo tiene sentido,
el universo es un perro que se aleja,
y desde la inmensidad de las manos del Tiempo
vemos pasar a Goku con dos ovnis sin bicicleta.

Y si el amanecer llega no nos importa,
tenemos facturas, ningún fiambre y cuatro tortas;
no es poca la suavidad de una buena cama,
y en la tarde que es madrugada acabamos desmayadas.

Desmenuzando un poco,
puede decirse que era predecible;
que debías tener en la biblioteca
una sombra que abrazar;
que a vos también te deben nacer las palabras
de la misma magia, de las mismas noches.
Pero, como siempre, duelen más las certezas;
no me importa, pero me afecta,
y por eso vuelvo siempre a lo mismo,
a darle analgésicos a mis ganas, a esto,
porque las rimas lavan la memoria.

Y si me arranco las uñas
tratando de encontrar la manera,
si tergiverso los colores
del eterno boceto de tu nombre;
si me lleno la voz de vapor
buscando las armas de tus manos
es simplemente
porque hay un indicio,
un camino incierto que empieza en tu boca
y termina en la abjuración del olvido.
Y es que eso que llevás adentro,
que te come, te bebe, y te quita el sueño,
ése desmesurado vacío del pucho y el reloj eterno
me ciñe por la cintura,
me araña
hasta hundirse en algún lunar perdido,
y me arrastra,
empujando mis restos con una cuchara,
hasta el silencio de la tinta,
hasta el borde del abismo.

Y ahora entiendo tu juego, ahora sí que entiendo los placeres de los locos, los manotazos en la oscuridad. Es que a veces uno no busca (para nada), pero quiere, provoca, manipula, empuja, remueve, fertiliza, colorea, dibuja, plata versos sin querer, apenas rozando los espejos (azules, terribles, infinitos) de las palabras. Construye de a poco un esquema, una danza, una figura (un dodecaedro de hilos, vacíos, transparentes), y ya ni sabe para qué. Se hace vicio el romper todo, sumirse en el eterno proceso de construcción- deconstrucción- reconstrucción; la adrenalina de no saber qué hacer, pero intentar, aunque las cosas salgan cada vez peor, y el tiempo quede pastoso (como cubierto de maizena), y el espacio cada vez más grande.
Qué bueno que La Culpa y yo no nos conocemos. Calculo que vos tampoco la conocés. Sino, no podríamos con este ritmo disonante de la vida, alimentando nuestra creatividad de la pulsión de derrumbar, de las ilusiones (y sobre todo de las desilusiones) ajenas, de las mañanas muertas. Ahora hay una luz que me regala con moño y todo, la comprensión verdadera de las palabras del Tiempo; y está espiraladamente bien que así sea.

A La Jardinería.


Se te caen mil semillas de ternura
cuando vas tambaleándote un poco,
tratando de decidir dónde poner
el paso preciso, la palabra mágica.
Vas de la mano con tu eterno titubear,
y en la duda está tu fuerza,
el encanto de mirlo amarillo
que te hace sueño en la noche de tantos.

Abierta y violenta como el mar,
azul e infinita como el cielo,
nos dibujás a todos
rosas de acuarela sobre la gris ciudad,
nos regalás la hermosura
de lo que es a la vez obvio e irreal.

Y en toda la marea,
y las tormentas que soy,
es bueno saber que del otro lado no hay tierra nunca
sino siempre vos.

Tus canciones son como mi segunda piel,
me endulzan el café,
me acortan los cigarrillos,
me movilizan los sentidos
y los fusilan contra una pared.

Y es que tus palabras me evaporan,
me desnudan la voz.
Y aunque nunca vaya a existir entre nos
más que el aire de tus notas
todavía puedo alimentarme de cantar.

Cambio mi sueño por conocer los tuyos,
cambio mi fuego por tus cenizas,
porque no sirve asustarse de ser demasiado fresca
para ser leña,
porque escribiendo siempre puede haber manera de quemar.

Arden los días, las horas vacías;
se consumen los poemas que no te nombran;
danza en mí la figura de ya no saber
cómo hacer para no volver a sentir
para volver a olvidarse de escribir.

Y las noticias mal recortadas apiladas,
los poemas memorizados de Cortázar,
se guardan en la azucarera de lata cotidiana,
se limpian con manos de mermelada
para que brillen más.

Espero no ver la luz de este laberinto,
espero que tus colores me muestren el camino,
que el murmullo de tus pasos me acompañe.
Como dice la canción, estoy buscando melodías
para tener cómo llamarte.

miércoles, 11 de julio de 2012


"Ludmilla siempre había lamentado el encontrarse sumida en ése círculo vicioso de la búsqueda del centro (del kibbutz, de la unidad), el estarse inquieta y encerrada, dando vueltas en espiral; y la noche le había traídos puertas, luminosas como luces de neón, grandes ventanas hechas de respuestas por donde mirar hacia el mundo. El descubrimiento de las transgresiones, del absurdo de las morales (no de la moral), de las llaves maestras (anthames para salir de círculo y entrar en la magia), le hacían revolverse la piel, despeinarse los sentidos. Nada es tan igual, la temporalidad se derrite y algo queda por ahí, alguien anda por ahí, y la salida viene a través de eso. Eso que espera agazapado en la oscuridad, en fondo de la última botella, envuelto en humo de vaya uno a saber qué o entre las sábanas. Descubrir que eso puede venir sin filtros, sin tiempo, sin ritos; que son prescindibles las maneras, los esquemas, y que todo puede salir bien igual. "

¿Qué harás con el recuerdo
de esta mañana tan azul?
¿Dónde pondrás las manos
si no es en mis caderas?
¿Dónde habré de despertar
si no es entre tus sábanas?
Decime,
a quién vamos a escribirle,
a cantarle las madrugadas,
a tararearle Miles Davis en la cama.
Cuándo vas a recitar
tus creaciones malogradas,
de quién me voy a quejar
si las ollas no están lavadas.
Y es que no hace falta tiempo
para construir costumbres,
ni que estés conmigo
para que me alumbres.

Jugando a mezclar colores,
a desnudar madrugadas,
te descubrí
silencioso y lleno de palabras.
Te regalé mil excusas,
te dí una invitación con la mirada.
Y hay una hora de la noche
que siempre le robamos a la mañana,
en donde tus manos recuerdan cómo hacer magia
y (sin emitir sonido) mis labios te halagan.
Es un momento donde ya es inútil presentirse,
y no hace falta revolver para encontrar las ganas.

Sé muy bien que no esperabas encontrar nada.
La verdad,
es que yo tampoco buscaba.
Pero, ya ves,
podía mostrarte lo que es la angustia,
y vos
cómo encender los candiles
cuando no encuentro mi cama.

Tal vez vos deberías
bajarte de tu estrella,
enterarte de que sos
sólo otro matiz
y no mi vida entera.
Te haría bien saber
que sentir de verdad
se puede sólo una vez,
que los viejos dolores
no me dejan querer,
que sólo las mujeres
me sirven de musas,
que tu ausencia
no me aflige ni me asusta.
La verdad
es que se me vuelven
a romper las intuiciones.
Yo creía que, como yo,
jugabas en ligas mayores,
que habías aprendido
que se busca "con" y no "en".
Pero, ya ves
no cualquiera comprende,
no todos conocen
el camino a seguir
para perderse.
Yo acá no me quedo
porque en estas tierras
se planta trigo
y se cosechan huevos.
Y como dice Musset,
"il faudra bien
t'y faire à cette solitude".
Je sais bien,
on a l'habitude.

miércoles, 4 de julio de 2012


Me desespera tu titubear constante,
tus ausencias inexplicables.
Quizas el tiempo
me haya vuelto quisquillosa,
pero ya no soporto
tu falta de prosa,
las notas violetas de tu voz.
No tolero la regularidad de tu sueño,
el pulso sedoso de tus ojos.
Me empuja al delirio
la suavidad de tus maneras,
de tus palabras.
Me sofoca que estes lejos,
las excusas de lata.
Me irritas con tus manias de etiquetador,
sobre todo cuando asocias
los colores y los vientos.
Hasta podria decirte que me preocupa
que no sepas donde vas
cuando estas caminando.
No es tu culpa
que las lagrimas te salgan como perlas.
Irse de vos
no es una opcion,
la soledad no es una cancion que vaya en mi repertorio.
Asi que aca me planto,
a regarte con mi locura,
a bañarte de tiempo,
a adornarte
la vida con mis cuentos.

Tal vez esté exagerando.
Tal vez todo esto
es sólo un buen recuerdo
de un mágico verano.
Quizás no valgas la pena,
quizás debería bajarte de tu estrella-
Yo sé que tenés gusto a nada,
que aunque quieras soltar las palabras
las letras se te hacen agua,
se te hunden los versos,
te naufragan las rimas.
Cedés más al pragmatismo
de lo que a mí me gustaría.
Y la verdad es
que podrías delirarte un poco más,
podrías arriesgarte alguna vez.
Escondés todo el tiempo lo que sos,
levantás entre vos y vos una pared.
No le encuentro la gracia
a tu soledad inventada,
a tus problemas de cartón,
a tu carrera sin ganas.
Sin embargo (por no decir pero)
creo firmemente que querés y podés
salir de ése agujero,
que creés en la poesía,
que también buscás el kibbutz del deseo,
que, como yo, tratás de tender hacia el centro.
Ya no importa, de todos modos,
no queda más que darle tiempo al tiempo
para ver que sea causalidad y no casualidad
nuestro encuentro.

Sos la respuesta
a una pregunta que no tengo.
Sos la cara que olvido,
la voz que recuerdo.
Sos todo lo que tiende
a moverse hacia el centro.
Sos el kibbutz, la liturgia,
el juego y el fuego.
Y como no puedo verte
te resucito en mis sueños.
Estas tan cerca
que tengo tu aroma en los dedos,
y tan lejos
que necesito la tinta para darte cuerpo.
Y, aunque la ciudad es grande,
yo presiento que nos vamos a encontrar.

‎{Y yo sabia que todo iba a volver a colapsar. Haces llorar mi mundo, mis esquemas, mis planes, mi seguridad del crunch cosmico, mis pies de viajera, mi alma asquerosamente flashera, el lugar que quiero de mi (de la vida). Me dan ganas de volar las miettes de moi en pedazos, [de arrojar sangre sobre el nous que no hay (y que, definitivamente, podria haber)]. Me saco, tiro la poesia, los sistemas, todo a la mierda, y me dejo guiar por esa luz (intermitente) que tengo adelante, y que me lleva donde quiere. No es justo decir que es tu culpa. Solamente lo desatas. Sos como las manos (no las del tiempo) desatando los cordones de mi cordura.} A menos que. Qué.

domingo, 24 de junio de 2012


Más allá del fuego,
más allá del cambio,
más allá de todo,
estás vos.
Y tus respuestas
no pierden vigencia,
y tu calor
corre por mis vencas.
Aunque estés lejos
yo te siento cerca.
Y no pasa un día
sin que,
al irme a dormir,
sienta tu aliento en mi oreja.

Mirás con los ojos de otro amor,
usás las palabras de mi boca.
Las notas de tu voz vienen de lejos,
desde el olor del tiempo.
Sos una página en blanco
hecha de retazos.
Y termina resultando
que ver a través tuyo
es más difícil que enhebrar una aguja.
Una entorna los ojos
buscando un hueco,
un lugarcito para pasar,
y no hay manera.
Entonces, es cosa de verte
desde otro lado.
Dejar de pensarte como hilo,
y pensarte como novela,
desdoblándote, comprimiéndote,
hasta que soltás que sos poesía.
Y así, sí, dejarse besar,
apretarse un poco.
Hacer el amor con métrica,
con técnica, con rimas asonantes,
rozando los límites de la música,
buscando maneras
de poner un punto.
Esperar, sin duda,
esperar algo.
Todo para despertar
entre tus sábanas azules,
verte,
bañado en la luz de la mañana
y respirar
la calma de tu pausa.

Al Mal.


Por favor, volvé.
Dejá de nadar en un vaso de agua.
Pará de desayunar espirales,
de dormir con tus demonios,
de buscar lo que no existe
adentro de cajas vacías.
Por sobre todo,
ya no intentes
renunciar a la cordura,
o saltar de la cama a la vida.
Cedé a lo real,
encontrale el gusto a pimienta
que tiene el guiso en familia.
Yo sé que las apredes,
hoy,
se ven más altas
(y acolchonadas)
que de costumbre;
que el tiempo pesa,
y que no llega el sueño.
Sé (mejor que vos, a veces)
que la vida
ya no es un juego,
que no es moco de pavo
(en la Rayuela)
ir del cielo a la tierra;
que patear la piedrita da cosa,
porque tiene consistencia de burbuja.
Pero cuando algo se rompe apenas
es mejor romperlo del todo.
Tal vez (sólo tal vez)
sea hora de patear el tablero
y cambiar de juego.

Extraño el verano,
la ausencia de horarios,
la espuma de la cerveza,
los colores vivos como en sueños.
Extraño mi casa,
el desorden, los juegos,
la gente yendo y viniendo.
Extraño los viejos amores,
la falta de ataduras, las noches de locura.
Extraño los últimos días,
el helado, las hamacas, la lluvia cálida,
nuestros cantos.
Extraño no saber qué es el llanto.

Lo que pasa es que siempre me mintieron un poco las normalidades; que, muchas veces, es más divertido fingir que no se distingue del todo bien la realidad. Hay un calor de hogar cuando siento que puedo mantener tu ritmo; que, aunque te hayas ido, todo sigue estando igual de bien, que sólo una de las dos debe ceder al delirio de cuando en vez. Y debería empezar a recordar (antes de hacer cualquier cosa) las sabias palabras que el tiempo dejó en tu cama. Quizás, una vez más, en el fondo de una botella vea dibujadas con humo las respuestas, todas ellas.

No tengo
lo que hace falta
para hacer lo correcto,
no tengo
paciencia
para ser feliz.
Me asusta
el espiralado
correr del tiempo,
me aterra
dejar de dar vueltas
y empezar a vivir.
Y espero,
de alguna manera
que vengas a cambiar
lo que se agolpa en mí.
Y me parece que
ya es hora
de entender que no existís,
que no sos
mi hada madrina,
que el cambio
y la magia
tienen que salir de mí.

sábado, 9 de junio de 2012


Sos todo el azul
que puedo disfrutar,
el único recuerdo
que no se vuelve amargo
al llorar.
Tenés la dosis justa
de ausencia, de irrealidad
como para no desconfiar
de tu mirada.
Sabés, aún mejor que yo,
cuando guardarte las palabras.
Entendés que, a veces,
el poder de la métrica
es superior al de tus caricias.
Y, aunque el tiempo nos pese,
sabemos que la inexistencia
de las distancias,
tal vez nos aleje.
Es todo parte del rito,
porque para mirarnos como queremos
hay que empezar por cerrar los ojos.
Si la palabra es cuna de malentendidos,
hagamos del silencio
una barrera contra el olvido.

Lo que yo quiero
es que dejes de dar vueltas;
que pares la calesita
que tenés en la cabeza.
Por sobre todo, que dejes de perderte
en el vaivén de cualquier cadera.
Que aprendas a no mirar
usando los ojos,
que dejes de hablarme
con las manos.
No te pido imposibles,
como que abandones el oficio de chimenea,
o que ya no cantes en la ducha.
No te exijo lo banal,
que vuelvas a llenar las jarras,
o que riegues las plantas.
No pierdo el tiempo,
pidiendo lo que no podés dar.
Por eso, cuando te quedás con todo,
cuando e gurdás en tus puños,
se me revuelve la piel de angustia,
y se me queda la voz sin color.
¿Qué te cuesta ser para mí
quien yo sé que sos?

No quiero saber cómo sigue
la historia de este delirio.
No quiero verte evaporarte
ni ceder poco a poco al olvido.
Simplemente no aparezcas,
dejá de insistir conmigo.
Date cuenta que estoy perdida
en el amanecer de un domingo.

El mar tiene para mí una voz,
una manera de mirar,
de entre todos los colores,
un color.
El mar ahogará a quien ama,
le llenará los ojos
de espuma salada.
Y con el dolor de cada lágrima
ensanchará sus aguas
y sus alas.

Después de vos
(de nosotros)
el verbo dibujar
ya no tiene el mismo sentido.
Ahora un dibujo
es un campo de tréboles en la oscuridad.
Ahora un lápiz
es la búsqueda de la medida.
Ahora las sombras
son la memoria de tus palabras.
Ahora el papel,
es la textura de lo qeu abraza.

Parfois je me sens si perdue,
si vide.
Si moi, je suis barge,
la faute c'est à toi.
S'il n'y reste rien,
c'est car tu brûles.
Tu as tout baleyée,
passé, futur,
et moi même.

Ahogame,
entre tus recuerdos.
Reducime
a las cenizas, como a mis cartas.
Poneme a la altura
de los papeles soltados al viento.
Rompeme
como a tu cordura,
como a las coincidencias.
Matame, mordeme,
para que todo sea uno,
y quede el centro bien puesto.

Lo único que quiero es la tranquilidad de poder escuchar tu voz todas las mañanas. Es una de esas tranquilidades estúpidas, como saber que el pan cae siempre del lado de la mermelada. Que, aunque esté todo mal (porque el pan se cae, ¿no?), existe, es real, es tangible, y no uno de esos recuerdos hechos sueños que irrumpen en la madrugada.

Se te deshilacha un poco la mirada.
Eso debe ser
tener el ánimo por los suelos.
No te lo merecés,
pero te lo buscaste.
Es tu premio por querer
construirle altares a los cielos,
por que creer que puede crecer
lo que no se alimenta.
Por confiar en que entre mi pensar y mi alma
siempre está la puerta abierta.

Cada nube destroza un recuerdo,
cada suspirar ajeno me devuelve al vacío.
Y desde la cima misma de lo que no es
grito sabiendo que sólo el atardecer
me escucha.
Que es tal tu ausencia,
que mi voz no tiene eco
en tus oídos, en tus ojos, en tu pelo.
Ya debería haber aprendido
que no siempre es tiempo de volver a empezar.
Y que vos (sobre todo)
no sos el lugar.
(So I set the world on fire)

El vacío me invita hoy
a escribirte una canción,
a resucitarte la memoria,
a elevarte la danza de la voz.

Viniste dando respuestas
de esas incómodas,
de las que plantean dudas.
Pusiste todo en tonos de violeta,
desordenaste lo poco
que tenía en la cabeza.
Traspasaste el límite de mi yo,
hiciste correr hacia atrás
las horas del reloj.
Me secaste la voz, los ojos.
Me desnudaste las manos,
desgarraste la piel de mi espalda.
Ahora vas y venís
de vez en cuando,
a mostrarme que tus ruinas
son más hermosas que mis monumentos,
a contarme que creás
y destruís la vida,
el amor, la magia, el espiral,
según te da la gana.
Que, como siempre,
tenés y sos
todo lo que quiero y espero,
y que no te importa.
Acá el problema es de las dos.
Y la gran tarea ahora
es sentarse a esperar que llegue la cordura.

Ojalá pudiera pensarte sin nostalgia.
Ojalá pudiera desearte algún mal
(aunque sea uno chiquito).
Ojalá no fueras una referencia
fija, constante, luminosa.
Ojalá fueras pasado
y no horizonte.
Ojalá fueras menos neblina
y más camino.
Pero sos lo que sos.
Y...
¿cómo negarlo?
Si no fueras, no serías.

Se abren mil espacios,
y un millón de palabras
para nombrar lo que no hay
(para nombrarte).
Y en el centro de la anda
se erige la respuesta
a una pregunta que no tengo.
Y si busco, y si revuelvo,
y doy una y cien vueltas
es porque me olvidé
de algo que no sé si pasó.

Y si desde mi ausencia
te enaltezco.
Si desde mi silencio
tomás cada palabra.
Si desde la distancia,
te sentís menos lejos;
tal vez valga la pena
esta espera
que no conoce tiempo
ni a su objeto.
Tal vez ya no carezca de sentido
la falta de cada hora de sueño.
Si para saber amar (te)
tengo que destruir (me),
entonces, vení,
y mostrame cómo hacerlo.

A veces,
renunciar a la felicidad más fácil
(o rápida)
hace que incluso el dolor que conlleva
sea más dulce.
A veces,
deshojarse en la oscuridad tiene más sentido
que florecer entre tus manos.
A veces,
el camino va en subida,
a la ida y a la vuelta.
A veces,
soñarte me mantiene despierta.

Pero, plantate y decime
qué pensás que ganás
yéndote así.
Sacate ese complejo
de agua salada
que lelvás tan adentro.
A ver si después de sacarnos
las máscaras
seguís diciendo que todo
es siempre lo mis

Si tuviera el poder
de la métrica perfecta.
Si cuando me vuelvo al papel
dejara de pensar.
SI pudiera dormir
sin soñarte.
Entonces las palabras,
servirían de algo
porque dejarían de serlo.

No aparecés. Y mirá que no paro de llamarte con cad auno de mis sentidos. En la vigilia y en el sueño. Derrumbo las paredes que protegen la pieza del territorio, y todo se vuelve uno esperando tu aparición, mítica y atroz, para que el mundo entero recupere esa ausencia de cordura, aquel estado de equilibrio desmedido, en donde cada cosa se sucedía riéndose de sí misma, el tiempo se desdoblaba, se desdibujaban los contornos, y cada sonido (cada color, cada sabor, cada sensación) estaba potenciado al infinito mismo.

Como una tonta,
ando esperando una señal.
Una llamada, un mensaje,
una canción, un dibujo,
un poema;
cualquier cosa que me diga qué hacer
con todo el tiempo y el dolor
que se agolpan en la garganta,
en las manos y
(sobre todo)
en los ojos.
Alguna cosa que me saque
de mi espiralado delirio,
y que me muestre que en el centro
hay algo.
Sea o no sea que
ése incómodo centro
seas otra vez vos.

Desde que no estás
se me pudren las ganas.
Y cada vez que veo a otro,
se me pulveriza el deseo.
A vos no te importa nada,
te protege la grasa del odio,
el asqueroso abrigo de la indiferencia.
Te regodeás en tu soledad,
mientras yo me desangro en la mía.
La comprensión que no quiero, 
el abrazo que no merezco, 
el llamado que espero 
(y que no llega). 
El amor que no ama,
 y un llanto, 
(que a fuerza de no ser llorado) 
inunda el adentro.

martes, 8 de mayo de 2012

Llorar tanto sobre tu cabeza 
que mis lágrimas te abran un surco. 
Meterte tinta por los ojos. 
Ahogarte 
de tanto hacerte tragar tus palabras 
Dejarte la piel seca de dudas 
Y la boca con sabor a nada

lunes, 30 de abril de 2012

El reconocimiento de la Antropología como ciencia... Clifford Gertz

Una de las ventajas de la antropología como empresa académica es que nadie, ni siquiera sus mismos profesionales, sabe exactamente lo que es. Tipos que observan cómo copulan los babuinos, tipos que reescriben los mitos como fórmulas algebráicas, tipos que desentierran esqueletos del Plaistoceno, tipos que establecen correnaciones decimales entre prácticas higiénicas y teorías de la enfermedad, tipos que descifran jeroglíficos mayas, y gentes que clasifican sistemáticamente los tipos de parentesco, de modo que el nuestro resulte ser "esquimal", se titulan por igual antropólogos. Y otro tanto hacen los que analizan los ritmos del tambor africano, reordenan la historia de la humanidad en fases evolutivas que culminan en la China Comunista o el Movimiento Ecologista, o reflexionan en términos generales sobre la naturaleza de la naturaleza humana. Una de las ventajas de la antropología como empresa académica es que nadie, ni siquiera sus mismos profesionales, sabe exactamente lo que es. Tipos que observan cómo copulan los babuinos, tipos que reescriben los mitos como fórmulas algebráicas, tipos que desentierran esqueletos del Plaistoceno, tipos que establecen correnaciones decimales entre prácticas higiénicas y teorías de la enfermedad, tipos que descifran jeroglíficos mayas, y gentes que clasifican sistemáticamente los tipos de parentesco, de modo que el nuestro resulte ser "esquimal", se titulan por igual antropólogos. Y otro tanto hacen los que analizan los ritmos del tambor africano, reordenan la historia de la humanidad en fases evolutivas que culminan en la China Comunista o el Movimiento Ecologista, o reflexionan en términos generales sobre la naturaleza de la naturaleza humana. Obras tituladas (escojo unas pocas al azar)La Cabeza de Medusa, El reyezuelo y yo, La lámapara roja del incesto, Teoría de la cerámica y proceso cultural, Do Kamo, Conocimiento y Pasión, La Escuela Americana del lenguaje, Entregas circunstanciales, El Diablo y el fetichismo de las mercancías,se presentan por igual como antropológicas, como igualmente lo hace una obra que cayó en mis manos, al azar, hace unas años, y cuya tesis era que los macedonios procedían originalmente de Escocia, sobre la base del uso de la gaita. Toda una serie de consecuencias se siguen de esto, además de no pocos ejemplos de cómo la capacidad perceptiva puede exceder a la capacidad intelictiva; peor sin duda la consecuencia más importante es la de una permanente crisis de identidad. Los antropólogos estan ya acostumbrados a que se les pregunte, y a preguntarse ellos mismos, en qué se distinguen de los sociólogos, los historiadores, los psicólogos, o los politólogos, y carecen de respuestas claras, aunque ello no les prive de seguir actuando. Los esfuerzos por definir su campo van desde los displicentes argumentos de "club social" ("todos venimos a ser más o menos el mismo tipo de gente; y pensamos más o menos de la misma manera"), hasta los más vulgares argumentos institucionales ("es antropólogo quien ha estudiado en una facultad de antropología"). Pero ninguno de ellos resulta realmente satisfactorio. Tampoco puede servir como definición el dedicarse al estudio de las sociedades "tribales" o "primitivas", porque probablemente en este momento la mayor parte de nosotros ya no estudia este tipo de sociedades, y ni siquiera estamos ya seguros de lo que pueda ser una "tribu" o un "primitivo". Tampoco sirve como caracterización el estudio de las sociedades "otras", proque cada vez más nos dedicamos al estudio de la nuestra, incluyendo a la creciente proporción de antropólogos-cingaleses, nigerianos, japoneses- que pertenecen a dichas sociedades "otras". Ni siquiera sirve como criterio el estudio de la "cultura", de las "formas de vida" o "del punto de vista del nativo" porque quién en esta época hermenéutico-semiótica no lo hace? Nada hay de nuevo en semejante estado de las cosas. Así llevamos desde la fundación del campo antropológico, cuandoquiera que ello fuese (con Rivers? con Tylor? con Herder? con Heródoto?), y así seguirá sin duda hasta el final, si éste ocurre. Pero una cierta actitud tajante ha empezado a tomar forma en los últimos años, dando lugar a cierta ansiedad, no fácil de despejar por su atribución a actitudes "territorializadoras". Una irritación crónica, de esas que escuecen, se ha hecho aguda; de esas que enervan. La dificultad inicial que plantea el describir la antropología como una empresa coherente radica, especialmente en Estados Unidos, pero hasta cierto punto tambié en otras partes del mundo, en el hecho de estar constituida por toda una serie de ciencias diferentes concebidas, y más bien reunidas de un modo accidental, debido a que todas de un modo u otro tratan (por citar otro, ya viejo, título, que seguramente sería considerado hoy cargado de sexismo) de El Hombre y sus obras. La arqueología (excepto la clásica, que ha sabido mantener bien patrulladas sus fronteras), la antropología física, la antropología cultural (o social) y la lingüística antropológica han formado una especie de consorcio de prófugos, cuyos propósitos han sido siempre tan oscuros como el acerto de su corrección. La ideología de los "Cuatro Campos", proclamada en discursos y endiosada en departamentos, mantiene unida una disciplina descentrada, hecha de visiones dispares, investigaciones mal conectadas y alianzas improbables: un triunfo real y genuino, del triunfo de la vida sobre la lógica. Lo que sólo es posible sobrellevar, no obstante, con sentimiento, hábito, y grandes invocaciones a las ventajas de la amplitud de miras. En la medida en que las diversas ciencias extra-antropológicas de las que las intra-antropológicas dependen, progresan técnicamente, la lógica empieza a tomar venganza. Especialmente en los casos de la antropología física y la lingüística, el alejamiento de las viejas alianzas empieza a queda cada día más claro. En la primera los progresos realizados en el campo de l genética, la neurología y la etología han dado al traste con el viejo enfoque de las simples mediciones craneales, y conducido cada vez más a los estudiantes interesados por la evolución humana a pensar que tal vez deberían introducirse en una disciplina biológica y familiarizarse con ella. En la segunda, el advenimiento de la Gramática Generativa ha conducido a la construcción de un nuevo consorcio con los estudios de psicología computariforme y otras empresas altamente tecnologizadas, ambiciosamente tituladas "Ciencia Cognitiva". Hasta la arqueología, intrincada con la paleoecología, la biogeografía, y la teoría de sistemas, ha empezado a adquirir cada vez más autonomía, y uno de estos días puede empezar a darse un nombre algo más ambicioso. Lo que empieza a recordarnos toda una serie de universos perdidos: la filología, la historia natural, la economía política, el Imperio de Habsburgo. Según las diferencias internas empiezan ya a dar a entender. Con todo, no es este movimiento centrífugo, por fuerte que pueda ser, el que constituye el mayor motivo de incomodidad del presente momento. La historia, la filosofía, la crítica literaria y hasta últimamente la psicología han experimentado semejantes diversificaciones internas, por razones similares, y sin embarg se las han arreglado para mantener al menos cierta identidad general. La antropología en su conjunto sin duda se mantendrá unida, aunque a duras penas, algún tiempo más. auqnue sólo sea proque sigue habiendo gente interesada en el animal humano a la que no le interesa la sociología, o gente interesada en el lenguaje que no siente la menor pasión por la gramática transormativa, y que aún pueden encontrar en la antropología un refugio que los ponga a salvo del imperialismo de los entomólogos y los lógicos. Los más conmocionantes problemas estan surgiendo en la rama de la disciplina que sigue siendo la más extensa, la más visible y la que suele habitualmente considerarse como la más ampliamente distintiva de la disciplina (aquélla además, a la que yo mismo pertenezco): la antropología social, cultural, o socio-cultural. Y si turbulencias hay en los márgenes, amyores aún son las que afectan a la capital. La primera de las dificultades aquí, la más sentida y la más comentada, pero sin lugar a dudas la más importante, es el problema de la "difuminación del objeto". Si alguna vez hubo pueblos que pudieran llamarse "primitivos", o si al menos en el siglo XIX podían quedar aún en el mundo muchos pueblos realmente "incontaminados", lo cierto es que pocos pueblos quedan hoy que merezcan tales nombres. Las tierras altas de Nueva Guinea, la Amazonia, y tal vez algunas partes de Kalahari y el Ártico, vienen a ser los únicos lugares donde aún pueden hallarse candidatos a la denominación (por utilizar otros términos artísticos obsoletos) de sociedades "intactas", "simples", "elementales" o "salvajes": y todas ellas, en la medida en que existen como tales, están siendo rápidamente incorporadas, como antes que ellas lo fueron los indios americanos, los aborígenes australianos y los nilóticos africanos, a unos u otros ámbitos más amplios. Los "primitivos", incluídos quéllos que hicieron famosos a Boas, a Mead, a Malinowski o a Evans-Pritchard, son cada vez más un bien escaso. La inmensa mayoría de los antropólogos sociales ya no van en la actualidad a islas lejanas e inexploradas o a paraísos selváticos, sino que se sumergen en el interior mismo de sociedades de tan formidable entidad histórica como la India, Japón, Egipto, Grecia o Brasil. No es, sin embargo, la desaparición de un objeto de estudio tan supuestamente único lo que en verdad ha venido a conmover los cimientos de la antropología, sino otro tipo de privación que la implicación con sociedades menos remotas ha traído consigo: la desaparición de la investigación en solitario. Los pueblos con las narices horadadas o los cuerpos tatuados, o los que enterraban a sus difuntos en los árboles, pueden no haber sido nunca los solitarios que nosotros pensábamos que eran,pero nosotros sí lo éramos. El antropólogo que se trasladaba a vivir entre los tallentsi, o que iba a la tundra, o a Tikopia, lo hacía todo a la vez: economía, política, religión, psicología y propiedad de la tierra, danza y parentescos; cómo se educaban los niños y se construían las casas, se cazaban las focas y se contaban los mitos. No había nadie más por allí, salvo, a una distancia académicamente prudente, otro antropólogo, o, si había otro blanco- un misionero, un comerciante, un funcionario de distrito o Paul Gauguin- su distancia con él era abismática. Algún intercambio de frases, tal vez, pero bien encerrados en nuestra concha. Esto ya no es así. Cuando vamos a Nigeeria, a México, a China, a Marruecos, o, en mi caso, a Indonesia y Marruecos, nos topamos no ya con simples nativos y chozas de barro, sino con economistas que calculan el coeficiente de Gini, politólogos que miden actitudes, historiadores que recopilan documentos, psicólogos que llevan a cabo experimentos, sociólogos que cuentan casas y familias, cabezas o profesiones. Abogados, críticos literarios, arquitectos y hasta filósofos, no contentos ya con "arrancar la corteza al viejo tronco/ y ver cómo las paradojas se diluyen" , empieza a entrar en escena. Entrar con los piés densudos en la globalidad de una cultura no puede ser ya una opción, y el antropólogo que lo intenta corre el grave peligro de ser descabalgado literariamente por un ultrajado texxtualista o por un demógrafo enloquecido. Somos en estos momentos, claramente, un tipo especial de ciencia, o al menos habíamos llegado a serlo. El único problema que se nos plantea, ahora que "el hombre" resulta algo excesivo, es saber qué. La respuesta a tan desgarradora cuestión está menos en intentar responder que el volver a subrayar el "método" que, al menos desde Malinowski, ha sido considerado alfa y omega de la antropología social: el trabajo de campo. Lo que nosotros hacemos y otros no hacen o al menos no lo hacen ni tan continuadamente ni tan bien, es (ésa es la visión que de ello se tiene) hablar con el hombre que trabaja en el campo de arroz, o con la mujer del bazar, en un estilo libre, de modo que una cosa lleve a la otra, todo remitiendo a todo, dentro del contexto temporal y la periodización vernácula, sin dejar en todo el tiempo de observar, desde muy cerca, cómo se comporta. La especificidad de "lo que los antropólogs hacen", su fuente holista, humanista, casi cualitativo y fuertemente artesanal de la investigación social, es (así nos hemos enseñado nosotros mismo a argumentar) el corazón mismo de la materia. Nigeria puede no ser una tribu, ni Italia una isla; pero un artesano aprendido entre tribus o desarrollado en islas oyede aún revelar dimensiones del ser que permanecen ocultas a tipos mucho más estrictos y mejor organizados, como pueda ser el de los economistas, los historiadores, los exégetas y los politólogos. Lo curioso acerca de este esfuerzo por definirnos sobre la base de un peculiar estilo de investigación, colonial e informal, atrincherado en toda una serie muy concreta de habilidades, improvisatorio y personal, más que sobre la base de lo que estudiamos, las teorías que suscribimos, o los descubrimientos que esperamos hacer, es que ha tenido mucha más efectividad fuera de la profusión que dentro de ella. El prestigio de la antropología, o si se quiere, de la antropología socio-cultural, nunca ha estado más alto en historia, filosofía, crítica literaria, teología, derecho y politología, psicología y economía de lo que está hoy. Lévi-Staruss, Victor Turner, mary Douglas, Eric Wolf, Marshall Sahlins, Edmund Leach, Louis Dumont, Melford Spiro, Ernst Gellner, Marvin Harris, Jack Goody, Pierre Bordieu, y yo mismo (por esbozar una lista que sin duda viviré lo suficiente para deplorar) aparecemos continuamente citados, en todas partes, y con cualquier motivo. La "perspectiva antropológica" está, en lo que a la comunidad intelectual concierne, perfectamente "de moda", y hay pocos signos de lo que los franceses llaman rayonnement esté dejando de crecer. En el interior de la disciplina, en cambio, la atmósfera es mucho menos optimista. La sola identificación del "estado de espíritu etnográfico" como el elemento que nos hace diferentes y justifica nuestra existencia en un mundo crecientemente metodológico, sólo ha servido para aumentar la preocupación por la respetabilidad científica, por un lado, y la legitimación moral, por otro. Colocar tantos huevos dentro de una cesta hecha en casa, no puede menos que producir un cierto nerviosismo, que se incrementa a veces hasta convertirse en pánico. La preocupació por el aspecto científico tiene que ver principalmente con la cuestión de si investigaciones que tan fuertemente se apoyan en factores personales- un investigador, en un tiempo concreto, un informante de un lugar concreto- pueden ser lo suficientemente "objetivos", "reproducibles", "cumulativos", "predictivos", "precisos" o "testables" como para permitir más que una simple recopilación de historias verosímiles. El impresionismo, el intuitivismo, el subjetivismo y el esteticismo, y tal vez, por ensima de todo, la sustitución de datos por la retórica, y de los argumentos por el estilo, parecen ser los peligros más claros y presentes; la situación más temida, la falta de paradigma, resulta ser una afección permanente. Qué clase de científicos pueden ser aquellos cuya principal técnica consiste en la sociabilidad y cuyo principal instrumento son ellos mismos? Qué puede esperarse de ellos sino una prosa recargada y hermosas teorías? Según la antropología ha ido avanzando hasta situarse como una disciplina más entre otras, una forma nueva de un viejo y más que familiar debate ha empezado a irrumpir de nuevo, el de las Geistwissenschaften contra las Naturwissnchaften, de un modo especialmente virulento y degradado- un déjà vu más que revisto. Entrando de puntillas, como en cierta ocasión dijo Forster de la India, para encontrar su lugar entre las naciones, la antropología se ha visto cada vez más internamente dividida entre aquellos que querrían ampliar y desarrollar la tradición recibida - que rechaza, en primer lugar, la dicotomía historicismo/ciencia, a la vez que con Weber, Tocqueville, Buckardt, Pierce, o Montesquieu, sueña con una science humaine- y aquellos que, temerosos de ser arrojados de la mesa por ir inadecuadamente vestidos, querrín transformar la disciplina en una especie de fìsica social, llena de leyes, formalismos y pruebas apodìcticas. En medio de esta lucha, que irrumpe en todas partes, desde los lugares más académicos y los más honorables puestos, hasta las más asilvestradas "reevaluaciones" de los clásicos, y que se hace cada vez más agria, los cazadores de paradigmas tienen en su mano las mejores cartas, al menos en los USA, donde, tras autonombrarse a sì mismos "corriente dominante", controlan las fuetes de financiación, las organizaciones profesionales, las revistas e institutos de investigación, estando como están perfectamente preadaptados a la mentalidad de base que invade la vida pública americana. Los diligentes jóvenes investigadores (y ahroa tambien investigadoras) de Cornfor, determinados a hacerse con todo el dinero que por ahí circula se encuentran actualmente en todas partes, aún cuando el dinero que por ahí circula no llegue a tanto. Con todo, incluso aquellos situados del lado (políticamente) más débil, los inclinados por una visión más libre de las cosas, se sienten afectados por su propia y variada falta de pulso, sólo que ésta es más metodológica que moral. Les preocupa menos si la investigación tipo "yo antropólogo, tú nativo" es rigurosa, que averiguar si es honesta. Por esto sí que están preocupados. Las perturbaciones empiezan con incómodas reflexiones sobre la implicación de las investigación antropológica con los regímenes coloniales durante la época rozagante del imperialismo Occidental, y aún bajo sus actuales secuelas; reflexiones que han sido provocadas por las acusaciones, lanzadas por los intelectuales del Tercer Mundo sobre la complicidad del trabajo de campo en la división de la humanidad entre aquéllos que deciden y saben, y aquéllos por quienes se decide y se sabe; acusaciones que resultan especialmente perturbadoras para estudiosos que durante tanto tiempo se han considerado a sí mismos amigos de los nativos, y que aún siguen pesando que los comprenden mejor que nadie, incluídos ellos mismos. Pero la cosa no apra aquí. Empujada por los enormes motores de la duda metódica posmoderna- Heidegger, Wittgenstein, Gramsci, Sartre, Foucault, Derrida, y más reciemtemente Bajtin- la ansiedad se expande hasta convertirse en una preocupación generalizada por la representación de "El Otro" (inevitablemente en mayúscula, inevitablemente en sirgular) en el discurso etnográfico como tal. Toda la empresa resulta no ser más que la dominación conducida por otros medios: "hegemonía? "monólogo"? "vouloir savoir", "mauvaise fait", "orientalismo"? "Quiénes somos nosotros para hablar de ellos?" No es ésta una cuestión que pueda ser desechda sin más, como con frencuencia lo ha sido por los más fogueados investigadores de campo, cual si de un simple refugio de antropólogos de café, más interesados por sí mismos que por su trabajo, se tratara; aunque uno desearía que el asunto fuera abordado con menos golpes de pecho y fustigamientos contra los supuestos fallos mentales y caracteriales de los cietíficos sociales burgueses, y en cambio con una más eficaz intención de darle respuesta. Algunos intentos de solución ha habido, vacilantes y más bien gesticulares, pero ha habido al menos otros tantos en los que la hipocondría ha querido pasar por autoexámen, y el "abajo con nosotros" (puesto que los malcontentos son, al fin y al cabo también burgueses) por crítica. El cambio de estatus, tanto moral como intelectual, del etnógrafo, provocado por el movimiento antropológico que, procedente de los márgenes ha venido a desembocar en el centro, resulta estar tan pobremente dirigido cuando se aboga por la destrucción como cuando se aboga por la ciencia. El simple malestar es tan evasivo como el simple rigor, y aún más autoesclavizante. Con todo y todo, siempre puede esperarse lo más posible, si no lo mejor. La visión que desde Fuera se tiene de la antropología como una poderosa fuerza regenerativa de los estudios sociales y humanos, ahora que finalmente ha venido a formar parte plena de ellos, en vez de un divertimento menor y marginal, puede acercarse más a la realidad que la visión que se tiene desde Dentro, según la cual el paso de la oscuridad de los Mares del Sur a la celebridad mundial no hace sino sacar a la luz la falta de coherencia interna de la antropología, su debilidad teórica e hipocresía política, así como también tal vez su irrelevancia práctica. La necesidad de abrir paso al pensamiento, de defender y extender un enfoque de la investigación social que asuma en serio la idea de que la comprensión de los otros- sin mayúsculas y en plural- es útil ir a ellos del mismo modo que ellos van entre ellos, ad hoc y a tientas, está constituyendo una extraordinario fermento. No hay quizás que sorprenderse del todo de que ese fermento resulte amenazador para muchos de los que resultan cogidos en medio- como Randall Jarrell dice en algún sitio, lo molesto de las edades de oro es que la gente en ellas va por ahí quejándose de que todo parece estar amarillenado. Lo sorprendente es cuán prometedor, y hasta salvífico, puede resultarle esto a muchos. La conjunción de la popularidad cultural y la inquitud profesional que en este momento caracteriza a la antropología social  no es ni una paradoja ni un signo de chifladura. Es un indicador de que "el modo antropológico de ver las cosas", tienen algo que ofrecer a las postrimerías del siglo XX- y no sólo en lo que a estudios sociales se refiere-, algo no fácilmente encontrable en otra parte, y que está luchando con todas sus fuerzas por determinar qué es. Las expectativas pueden ser, por un lado, muy elevadas - en los primeros destellos del Estructuralismo, ciertamente lo fueron-, mientras que las preocupacione pueden resultar a veces demasiado deprimentes. Con todo, tironeando como está en direncciones opuestas por los avances técnicos de las disciplinas aliadas, internamente dividido por líneas accidentales y mal trazadas, sitiado de un lado por el ciencismo resurgente, y de otro por una forma avanzada de escritura a mano, así como progresivamente despojado de su objeto específico original, de su investigación en solitario, y de su autoridad irrebatible sobre el terreno, el campo de la antropología parece no sólo permanecer intacto sino que, lo que es más importante, parece ampliar el ascendiente del estilo intelectual que lo define sobre las áreas cada vez más amplias del pensamiento contemporáneo. Hemos venido a entrar de puntillas. En nuestra confusión está nuestra fortaleza.

"Te dibujo con palabras porque las imágenes se vuelven difusas en mi memoria. Te busco entre los recuerdos de mis dedos, revolviendo cenizas. Para cuando termina, seras de papel y tinta; de una piel suave y caliente; de un murmurar constante. No podes ser más que un ir y venir. Acercarte y alejarme. Sos la capacidad de poner cosas en el medio, una voz que sale de la oscuridad, la ausencia de la moral. Sos la carne del juego, el kibbutz de la liturgia erótica. Y así como te dibujo, te borro. Porque tu eterno juego es desaparecer; hacerte y deshacerte con violencia, como las olas del mar. Y todo el tiempo hay una melodía llena de acordes disonantes, un aire pesado, y un gusto amargo en el paladar que no se va ni con el más dulce de tus falsos besos."

"Mi cuerpo se confunde entre tus colores; y tu aliento se pierde en el humo de un cigarrillo. Para qué me buscás? Por qué no podés simplemente desaparecer? No ves que lo que hacemos es un castillo de naipes? No ves que basta su mirada para derrumbarlo todo? No te das cuenta de que nuestro juego no es más que una farsa?Me gustaría poder decirte que no llego, que volás más alto de lo que yo puedo. Dormís mis sentidos, borrás mi memoria. Me llenás de una desesperación inconmesurable cada vez que estás lejos. Y no puedo hacer más que pensarte desde lo inmoral de mis inquietudes, desde lo mal que está querer siquiera saber de vos. La peor parte es que seguramente ya sabés todo esto. Y te importa tan poco como todo lo demás en este mundo. Nadás en el tiempo, indiferente a todo, menos a vos mismo; y con cada movimiento sacás de a poco las palabras; y con cada sonrisa dedicada a otra, matás una sonrisa mía."

‎ "Desaparecete 
Des-hacete en granúbulos 
Así, buscá 
Dejar de harruimanar las plácidas 
Mírpides de la memoria 
No te acerques, así tan sártico 
No me muestres lo que encubujás 
Entre tus baltasebios 
No quiero ceder bajo la presión 
De tus órpolos. 
No. " Enero 2012

"Aparecete esta noche, 
 desnudame el alma, 
 desgarrá mis sentidos, 
 devorá mis ganas. 
 Y cuando te vayas, 
 no me dejes sola. 
 Y cuando me nombres, 
 no me escondas en tu memoria.
 Vos, que desde la cima de tus melodías, 
 de tus mediodías, de tu eterna madrugada  ,
me hablás, 
me soltás lo que decís que te parece la verdad. 
 Vos, con tus miedos, con tus juegos... 
 Te perdés la magia de no preguntar." 
 Enero 2012

"Sumergite en colores, regalame un recuerdo. Diluí mis sonrisas, saboreá mis palabras... Saltá del acantilado del idioma, et dessine-moi un mouton" Enero 2012

"Me engendraste para tapar tus culpas,
y me pariste para mitigar dolores viejos. 
De tu pecho mamé miedo,
y de tu enfermo cariño conocí los celos. 
No dijiste una palabra que no fuera hipocresía, 
no me diste una sonrisa sin su carga de ironía. 
Ignoraste mi edad, mis dibujos, mis llantos. 
Repetiste la historia del abandono 
sin apartarme de tus brazos. 
No sos capaz de vivir sin lastimar, 
no podés amar, escuchar o dar. 
No podés culpárme de errores que no cometí, 
no era ya posible seguir así. 
Ya no podés mirarme desde arriba, 
ya no podés decirle a los demás que soy tu hija. 
Ya no te debo ni siquiera el estar viva. 
Todo lo que haga es pura obra mía." 
Enero 2012

"Te premurio, te artirio, me mareo. Me artabulás, de espaldas, de un rablán a otro de tu sarsa. Así. Pero no me artabulás a mí. Ya sé, ya sé. Des-desenmaraño los colores del cirartuvio, mezclo una canción mal tarareada con el fugaz recuerdo de la busín. Vos estás en otra parte, ahogando tus ganas, tus ganas de aectarear, desde el fondo de tu garganta. Lo ahogás todo en el humo de un cigarrillo. Y quema un poco ese falso silencio, tan lleno de vos, tan vacío de lo que yo quiero.Y por más que lo intente, no logro comprenderte. Por más que juegue, por más alsatarios que vuelen en mí, no llego. No hay manera siquiera de asomarme al inmenso abismo de vos, de tu no-per-so-na. Es como si estuvieras hecho de sabores, de dolores que no conozco, de un interrogante tras otro. Y en vano intento destapar en vos un espejo, porque sos incapaz de reflejar a nadie; pero, en cambio, sabés guiar, sabés poner en un camino mal apisonado todos los armanteros que vas encontrando.Y como si pudieras leerme, como si tuvieras una mínima idea de lo que estoy pensando, te das vuelta de a poco. Me soltás un boex con la mirada. Y yo te contesto sin palabras ni tacto, boex de tus maneras, de esa ventana." Enero 2012

"Se desaparece el centro de equilibrio Se entorpecen los designios del destino Y no para de crecer Desde el fondo, desde el medio Desde la masa oscura del pensamiento El impulso de destruir La necesidad de gritar La pulsión, la angustia De ceder a todos los excesos De perderse en los mareos,en el humo, en los colores, en el calor de otros cuerpos,en la falsa tranquilidad del sueño. Para no pensar en tu nombre,para no concebir tu cara, para olvidarme hasta de olvidar tu recuerdo." Enero 2012