domingo, 2 de septiembre de 2012


Desaparecieron de pronto las distancias,
y este balcón de Rosario
es ahora el terraplén
y los bosques de Colastiné.
Beltane ha devorado el invierno,
se tragó la necesidad del encierro,
desplazó el tiempo una vez más
y me regaló otro verano, otro nacimiento.
Sol, pelusa, travesura,
nube de tormenta,
mate de media mañana.
No me entra más que eso,
en las manos, en la cartera.
La mano experta
  va soltando los acordes,
                                los colores,
de la melodía precisa,
                              del cambio, del momento.
La voz guía,
     la canción que cuenta pasos
hacia el mar sin espuma
             donde está bien jugar
a desnudar sombras,
                             a renombrar personas,
a resignificar recuerdos.
            Y si pienso en la enredadera,
                         en la flor negra al viento
que crece de cada verso
        no queda más que ponerle
                                             puntos finales a los edificios,
a las dudas sin futuro,
        a los capítulos inconclusos de la noche.

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