martes, 25 de septiembre de 2012


A estas horas debería volcarme a las crónicas, rodar sobre hechos precisos, sobre las cosas que sí sé que pasaron. No logro hacerlo porque no las comprendo, porque aún ahora (con varias horas sobre suelo rosarino) no tengo muy en claro qué es lo que pasó durante los últimos días, las últimas semanas, en estos meses.

Y sin lograr precisar los tiempos, los días, las secuencias, se me va dibujando un esquema en la cabeza. Primero todo empezó a cambiar, y después las personas dejaron de tener nombre, se fueron convirtiendo de a poco en entidades abstractas, en objetos de poesía. Luego vino el viaje. En realidad, es como si todo hubiera sucedido al unísono. El juego, el viaje, los espirales, los versos, el delirio, la propaganda masiva, las fiestas, el blurr de colores que me secuestra las noches.

Cada madrugada cantando es la misma, sea martes, o un día cualquiera del verano. Cada alma compartiendo mi cama es exactamente igual a la anterior. Cometía los mismos errores, una y otra vez. Las puertas se iban tornando ventanas, y todos los planes se iban volviendo de a poco polvo, cenizas de cigarillo, tickets de tren, hasta devolverme al mismo lugar, a la casilla de inicio del tablero.

El fugaz momento de lucidez venía cada tanto, era la busín en medio de la noche, fortrán, fortrán, y a seguir de nuevo. Boex de las ideas, de los renglones rellenitos de tintas, de los falsos logros acumulados (mirá, mirá, trabajo nuevo, rendí bien y este mes compramos un colador).

Voy pateando una piedrita (justamente, La Piedrita es lo que no voy pateando), en una rayuela que parecía no tener fin, y que por una cosa o por otra (o quizás por todas), me vino a llevar hasta tu puerta (hasta tu umbral, o hasta mi abismo, quién sabe), a mirar, así, un poco como espiando por la cerradura, a punto de hacer la gran Alicia y embarcarme en un remolino que me iba a dar más de un dolor de cabeza.

Entonces, acá estoy. Quizás, sólo tal vez, estoy acá desde antes. O quería estarlo. No lo sé. El espacio también va perdiendo sentido. Perdí cosas en el camino (la tranquilidad, el caos, una campera en la ruta, el calor del hogar del Bien), para saber que no hace falta buscar en ojos ajenos para encontrar respuestas, que queda mucho más por hacer además de la música y los libros. Cortázar le pifió por mucho, los atajos no sirven, las encrucijadas no llevan a ninguna parte.

Claramente, para tener lo mío, para que la piedrita llegue al cielo de una vez, y las cosas recuperen sentido; para dejar de compensar y empezar a comprender, convertir en lugar de conllevar, y caminar en lugar de recorrer, había que hacer pedazos lo de los demás.

1 comentario:

  1. ", me vino a llevar hasta tu puerta (hasta tu umbral, o hasta mi abismo, quién sabe)"

    La piedrita rodo bajo la puerta, entro en el abismo y y dio de lleno justo en la almohada de una voz, que en el fondo, dormia ciega. Una voz que desde abajo ya casi suplicaba entra sus ultimos suspiros "por favor, no te olvides que existo, no me mates, deja de herirme".

    Cayo sobre su comodidad, y sobresaltada dió un grito ahogado, un pequeño ruido que estremeció los bordes del abismo.

    Los pianos se desprendieron de sus ataduras y comenzaron a caer, las hojas en blanco flotaron suavemente hacia el fondo, junto con los muebles, libros y adornos. Todos buscando esa voz que, hacia años, habian dejado de escuchar.

    Ahora, libres de su ceguera, se precipitan alegres y se acomodan en el fondo del abismo. Uno a uno y uno mas uno, forman una gran escalera desordenada de sueños olvidados y planes a concretar; para que la voz se eleve, para que se deje oir, para que el abismo siga estremeciendose y que la Alicia, que mira por la cerradura, escuche su nuevo y renovado canto...

    "Bienvenida, te esperaba desde hace tiempo, me sobran un par de caricias y besos que tenía guardados. ¿Me los cambiás por una sonrisa?"

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