domingo, 26 de agosto de 2012


Me escapo de tus flores,
de tu café, de tus buenos días.
Intento olvidar tus dibujos,
tu música, tus sábados a la mañana.
Me interno en el laberinto de la noche,
en el intenso blurr de colores,
en la densidad del humo de los bares.
Me gana de a poco el sueño,
lo dulce del alcohol me invade el cuerpo,
voy cantando la nota
que me pinta la sonrisa perfecta,
que atrae el mundo a mi puerta.
Y entonces algo me araña,
me rompe, me quiebra;
hasta hacer que mi pluma sangre palabras,
hasta despertarme
sin hambre en las caderas,
con carne de mar y fuego bajo las uñas.
No hay lluvia posible
          (ni ternura, ni sueño, ni besos)
que me curen
              que me salven
  de destruir cada noche la conciencia,
de ahogarte en la memoria de mis manos,
      del deseo
                                 (de morir, de vencer)
de perderme en vos de nuevo.

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