jueves, 19 de julio de 2012


Y ahora entiendo tu juego, ahora sí que entiendo los placeres de los locos, los manotazos en la oscuridad. Es que a veces uno no busca (para nada), pero quiere, provoca, manipula, empuja, remueve, fertiliza, colorea, dibuja, plata versos sin querer, apenas rozando los espejos (azules, terribles, infinitos) de las palabras. Construye de a poco un esquema, una danza, una figura (un dodecaedro de hilos, vacíos, transparentes), y ya ni sabe para qué. Se hace vicio el romper todo, sumirse en el eterno proceso de construcción- deconstrucción- reconstrucción; la adrenalina de no saber qué hacer, pero intentar, aunque las cosas salgan cada vez peor, y el tiempo quede pastoso (como cubierto de maizena), y el espacio cada vez más grande.
Qué bueno que La Culpa y yo no nos conocemos. Calculo que vos tampoco la conocés. Sino, no podríamos con este ritmo disonante de la vida, alimentando nuestra creatividad de la pulsión de derrumbar, de las ilusiones (y sobre todo de las desilusiones) ajenas, de las mañanas muertas. Ahora hay una luz que me regala con moño y todo, la comprensión verdadera de las palabras del Tiempo; y está espiraladamente bien que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario