miércoles, 11 de julio de 2012


Jugando a mezclar colores,
a desnudar madrugadas,
te descubrí
silencioso y lleno de palabras.
Te regalé mil excusas,
te dí una invitación con la mirada.
Y hay una hora de la noche
que siempre le robamos a la mañana,
en donde tus manos recuerdan cómo hacer magia
y (sin emitir sonido) mis labios te halagan.
Es un momento donde ya es inútil presentirse,
y no hace falta revolver para encontrar las ganas.

Sé muy bien que no esperabas encontrar nada.
La verdad,
es que yo tampoco buscaba.
Pero, ya ves,
podía mostrarte lo que es la angustia,
y vos
cómo encender los candiles
cuando no encuentro mi cama.

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