jueves, 19 de julio de 2012

La Noche de las Nomenclaturas


Era una tarde que era nuestra mañana,
yo te prometí una noche que fuera tu mediodía mejor.
Cinco amigos juntando monedas
para que dos cumplieran la misión.

Entre calores, colectivos y honey or tar
llegamos a la casa de mi madre, su hogar.
Supo recibirnos con Gancia, Charly y Buñuelos,
una buena forma de desayunar.

Partimos al anochecer, con unos pesos,
una cebolla, un pimiento y un fernet;
la noche cumplía,
nosotras sólo debíamos obedecer.

Un colorado amigo nos regaló cartones llenos de color,
un supermercado nos facilitó el arroz,
los buenos vecinos compartieron su cosecha,
el grupo tenía helado, la noche estaba hecha.

Helado en el parque,
caminatas interminables,
una lluvia de aforismos,
nuestra única barrera ante el abismo.

Ya en la cumbre del delirio, nuestras hamacas eran vuelo,
nuestro sube-y-baja un tobogán;
e iluminados por la luna de verano
nacieron los avatares del Bien y del Mal.

Es una hora en la que todo tiene sentido,
el universo es un perro que se aleja,
y desde la inmensidad de las manos del Tiempo
vemos pasar a Goku con dos ovnis sin bicicleta.

Y si el amanecer llega no nos importa,
tenemos facturas, ningún fiambre y cuatro tortas;
no es poca la suavidad de una buena cama,
y en la tarde que es madrugada acabamos desmayadas.

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