miércoles, 11 de julio de 2012


"Ludmilla siempre había lamentado el encontrarse sumida en ése círculo vicioso de la búsqueda del centro (del kibbutz, de la unidad), el estarse inquieta y encerrada, dando vueltas en espiral; y la noche le había traídos puertas, luminosas como luces de neón, grandes ventanas hechas de respuestas por donde mirar hacia el mundo. El descubrimiento de las transgresiones, del absurdo de las morales (no de la moral), de las llaves maestras (anthames para salir de círculo y entrar en la magia), le hacían revolverse la piel, despeinarse los sentidos. Nada es tan igual, la temporalidad se derrite y algo queda por ahí, alguien anda por ahí, y la salida viene a través de eso. Eso que espera agazapado en la oscuridad, en fondo de la última botella, envuelto en humo de vaya uno a saber qué o entre las sábanas. Descubrir que eso puede venir sin filtros, sin tiempo, sin ritos; que son prescindibles las maneras, los esquemas, y que todo puede salir bien igual. "

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