sábado, 9 de junio de 2012


Lo único que quiero es la tranquilidad de poder escuchar tu voz todas las mañanas. Es una de esas tranquilidades estúpidas, como saber que el pan cae siempre del lado de la mermelada. Que, aunque esté todo mal (porque el pan se cae, ¿no?), existe, es real, es tangible, y no uno de esos recuerdos hechos sueños que irrumpen en la madrugada.

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